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El derecho de opinar, que es irrenunciable en una
democracia, se transforma en algunos casos, en un deber
cuyo cumplimiento no puede eludirse. Es la situación en
que nos encontramos como miembros de la Junta Nacional
Ejecutiva, frente a los problemas que afectan a la vida
y al destino mismo de la Unión Cívica Radical.
DEFINICIONES FUNDAMENTALES
No puede entrarse a considerar ningún problema que
afecte a la Unión Cívica Radical, sin fijar previamente
la filiación y significado del radicalismo dentro del
proceso de nuestra historia. No podría ser de otra
manera, porque vive la República la hora de la decisión
de su destino; porque vive nuestro pueblo un trance
dramático de su historia y porque el mundo asiste al
final de la crisis de un sistema que desestimó al hombre
como plenitud de vida. Coincidiendo con la crisis de la
cultura del pasado siglo, pero interpretando su
rectificación y dándole sentido a su voluntad histórica,
surge en nuestro país como apreciación de su voluntad
política, la Unión Cívica Radical. Ella trae, porque es
su sustancia misma, el mensaje de un pueblo en el querer
de su realización. Acusando la angustia del tiempo y el
drama vivo de la nacionalidad, hace su entrada en la
historia. Al surgir, denuncia su linaje con el
federalismo popular derrotado por las oligarquías y se
define, como una afirmación, contra todo lo que niega lo
popular y nacional: la “conciliación” y el “acuerdo”.
Desde ese momento habrá que buscar en lo histórico la
materia social que regulará la UCR. Esta fuerza
política, además, es una superación del positivismo y la
concepción material de la política. Es, por lo mismo, un
planteo ético para la construcción de lo argentino.
Porque la Unión Cívica Radical no es propiamente un
partido en el concepto militante, es una conjunción de
fuerzas emergentes de la opinión nacional, nacidas y
solidarizadas al calor de reivindicaciones públicas. Por
eso dice Yrigoyen, “nuestra misión no es la ocupación de
los gobiernos, sino la reparación cardinal del origen y
sistema de ellos, como el único medio para restablecer
la moralidad política, las instituciones de la República
y el bienestar general”. “Las aspiraciones que no tienen
otro objeto que la ocupación de los gobiernos, son
siempre facciosas y fatales para el bien público y al
fin mueren execradas, mientras que las idealidades
sinceras viven en sus obras ilustres.” Y deja precisado
el humanismo revolucionario de la Unión Cívica Radical
al decir: “Cada vez es más imperioso hacer del ejercicio
cívico una religión política, un fuero inmune, al abrigo
de toda contaminación, hasta dejar bien cimentadas las
prerrogativas inalienable se imprescriptibles de la
nacionalidad”. Aquí está su raíz y su función en la
política del país. Yrigoyen será su símbolo y su
realizador. La base de la doctrina radical es la
concepción del hombre como ser libre y la libertad como
exigencia fundamental de toda organización política.
Pero, en esta lucha por la libertad, tanto del hombre
como de la Nación, es preciso enfrentar privilegios de
orden cultural y económico, representados por grupos
nacionales e internacionales.
MISIÓN DEL RADICALISMO
La tarea del radicalismo es pues labor de emancipación.
Emancipación espiritual, política, económica del hombre
y del país, lo que quiere decir lucha contra toda forma
de oligarquía nacional o extranjera cuyos representantes
se encuentran tanto en el gobierno como en algunos
sectores de la oposición. En la actualidad, la
emancipación puede concretarse en una reforma
educacional, en la reforma agraria, en la
nacionalización de los servicios públicos, en el
reconocimiento de la personería de los trabajadores,
etc. Mañana podrá concretarse en otras afirmaciones
sustanciales. Lo importante no es discutir estas
expresiones concretas; debe quedar claro que la misión
del radicalismo en la vida argentina no puede ser
defender forma alguna del privilegio, sino servir los
intereses del pueblo. Por eso no nos alarman las
transformaciones sociales que respetan la libertad del
hombre, ya que, como fuerza revolucionaria, la Unión
Cívica Radical está al frente de toda transformación. En
ese problema de fondo no puede cederse. “La reparación
debe ser necesariamente fundamental: nacional en su
forma y radical en sus procedimientos”. La revolución
social argentina queda así planteada, promovida y
formulada por la Unión Cívica Radical. Su primera
presidencia ––1916––, desencadena el suceso
revolucionario en todos sus órdenes y en la acción del
gobierno afirma su auténtico sentido. Democratización de
la vida cívica del país en todos sus aspectos que es el
rescate de lo popular, y recuperación económica de lo
nacional que es el rescate de nuestra soberanía. No nos
detendremos en la acción de su gobierno, pero sí debemos
afirmar que ella mantuvo una armónica unidad con el
sentido revolucionario que interpretó la Unión Cívica
Radical. Yrigoyen la realizó en la acción práctica y
constructiva del gobierno. Revolución social ética y
gobierno en magnífica identificación. Pero,
desgraciadamente, ese concepto revolucionario de la
acción gubernativa quedó luego interrumpido por causas
que la historia juzgará. Sólo diremos que las
divergencias que ha tenido se refieren al diferente
concepto de lo radical y a una distinta apreciación
sobre el sentido, significado y misión de esta fuerza
cívica. Para la mejor comprensión del momento político
que vive el país y el radicalismo, es preciso, sin
embargo, remontarse a los acontecimientos producidos en
el año 1930,en que hombres que representan las ideas e
intereses de las viejas oligarquías argentinas y de los
capitales foráneos procuraron suprimir las instituciones
democráticas. El fracaso de las milicias militarizadas
llevó a esos poderosos intereses a implantaren todo el
país gobiernos fraudulentos. Se inició así un largo
proceso de falseamiento de las instituciones sin
abandonar desde luego el propósito de suprimirlas en
definitiva, cuando la ocasión fuera propicia. Cuando los
gobiernos del fraude ni nacional ni internacional
representaban garantía de estabilidad, se produce el
movimiento militar del 4 de junio de 1943, que muchos
saludaron como la terminación de la crisis política y
moral argentina, sin comprender que era la culminación
de ese proceso de crisis. Las formas de la violencia
totalitaria se desataron sobre el país impulsadas por
grupos perfectamente caracterizados, pero la resistencia
nacional y la evolución de los acontecimientos bélicos
europeos produjeron una serie de oscilaciones en la
conducción, hasta que, en un alarde de propaganda
política, la supresión de las libertades fue acompañada
de la concesión de algunos beneficios que venían
reclamando los trabajadores y de la promesa de una
justicia social y económica amplísima. Los trece años de
fraude y corrupción política imposibilitaron la tarea
del radicalismo y dentro del radicalismo imposibilitaron
la tarea de quienes pretendían recuperar el sentido de
lo radical. Es ese proceso de fraude y de corrupción
general en que vivía el país el que explica los grandes
déficits de la dirección radical, las fallas
doctrinarias y las deficiencias de conducta. El
pronunciamiento del 4 de junio y la acción posterior que
desarrolla, no encuentran al radicalismo tal cual fue en
su pasado y tal cual será en el porvenir. Encuentra un
enorme conglomerado de masa ciudadana sin fe en los
cuadros dirigentes porque había sido mal conducida
muchas veces y defraudada muchas más. La dictadura de
“junio” se encargó de impedir, por la vía de la
disolución de los partidos, que la tarea de
reconstrucción el radicalismo fuera realizada pues, para
sus fines electorales, necesitaba demostrar que esa
fuerza cívica no existía como tal. La Unión Cívica
Radical, por las razones expresadas, no retomó su
sentido revolucionario, perdiendo la dirección de las
masas porque equivoca su ruta de lo popular. Lo que
sucede en el proceso electoral del 24 de febrero es
demasiado reciente para que necesite comentarios.
Discrepamos en esa oportunidad con los procedimientos
internos utilizados, porque el extravío llevaba a un
olvido de lo radical, pero formamos en la columna,
porque, si bien somos intransigentes, nuestra primera
intransigencia es frente a toda forma de despotismo.
SITUACIÓN ACTUAL
El gobierno que resulta consagrado en las elecciones del
24 de febrero lleva seis meses de acción y ya puede ser
caracterizado por sus actos. Demuestra que no interpreta
el sentido revolucionario que promovió, planteó y empezó
a realizar la Unión Cívica Radical como dirección del
pueblo argentino. Revolución y gobierno son, otra vez,
expresiones irreductibles contrarias. Están amenazados
las instituciones democráticas, la libertad de prensa,
la libertad de asociación, el derecho de reunión, las
atribuciones del Parlamento. Se están suprimiendo los
últimos restos del federalismo y de los municipios. Se
aspira a que los argentinos dediquen su vida a lo
intrascendente, entregando el manejo de todo lo
sustancial, a un gobierno que pensará y sentirá por la
Nación toda. Mientras tanto, la bandera de recuperación
económica nacional que fue el motivo central de
propaganda ha sido arriada. La negativa a expropiar la
CADE, el negocio de los teléfonos y el acuerdo británico
no son más que etapas de una política de entrega al os
intereses económicos extranjeros que se viene realizando
en forma acelerada desde1930. La justicia social se está
reduciendo a aumentos nominales de salarios, que no
alcanzan para cubrir el creciente aumento del costo de
la vida, mientras algunos grupos de capitalistas
privilegiados se están enriqueciendo, amparados por un
mal entendido intervencionismo de Estado. No se
realizará la prometida reforma agraria ni ningún cambio
económico fundamental porque sectores del privilegio
mantienen el manejo del país. la Universidad, para la
cual el gobierno proyecta una legislación
antidemocrática y de sometimiento, ha sido avasallada
por un ciego reaccionarismo que hace caer confundidos a
algunos representantes de la Universidad oligárquica,
antirreformista y antipopular, con maestros esclarecidos
que honran a la cátedra y al país y que no exhiben ni
una sola complicidad o vinculación con los gobiernos
surgidos del fraude. Esto acompañado por un gran
crecimiento de los aparatos represivos del Estado,
dedicados a perseguir a todos los que nose someta
incondicionalmente o no guarden un prudente silencio.
Por todo eso, la Unión Cívica Radical debe retomar su
filiación revolucionaria para reencauzar y realizar las
reivindicaciones políticas y sociales del pueblo.
SEIS MESES DE VIDA RADICAL
Una de las comprobaciones más dolorosas del resultado de
las elecciones del 24 de febrero es que parte de la masa
radical votó por el candidato que sostenía la dictadura.
El hecho de que los votos de esos radicales hayan sido
compensados en parte por votos de ciudadanos que jamás
acompañaron al radicalismo, agrava la crisis del
partido. El radicalismo enfrentó la lucha electoral
sobre la base de una reorganización improvisada, después
de casi dos años en que toda actividad cívica estuvo
prohibida. No es hora de realizar el juzgamiento de los
errores y debilidades de los que tuvieron a su cargo la
dirección partidaria, pero sí cabe afirmar que la
principal de las causas de la crisis en que vive el país
es no encontrar a la Unión Cívica Radical organizada
como fuerza política dentro de su sentido y dirección ya
expresada. Pero si nos está excusado juzgar el pasado,
no se nos podría perdonar ninguna omisión para que esta
tarea sea cumplida en el futuro. El enfrentamiento de la
realidad política argentina y la pretensión de ser
reencauzada por el radicalismo, no podrá lograrse con el
espíritu, con los temas y con los esquemas racionales
que manejó en la última elección nacional. Más que un
cambio de hombres, es un cambio de registro temático y
de un sistema de ideas y sentimientos que no han sabido
interpretar la voluntad popular, porque significó desde
tiempo atrás la desviación de lo radical. Cuando se
conoce el resultado electoral del 24 de febrero, se
produce una gran agitación interna, reclamando la
renuncia del Comité Nacional, que es aceptada por una
convención cuya mayoría está integrada por hombres que
habían decidido las orientaciones que cumplió el Comité
Nacional y que por tanto, con relación a las
orientaciones, tenían una responsabilidad aún mayor. Se
olvidó que si la presencia del Comité Nacional
obstaculiza la tarea a cumplir, igual o mayor obstáculo
resultaba de la subsistencia de las autoridades de
distrito. El pueblo radical ha considerado que la
dualidad de criterio en aceptar la renuncia del Comité
Nacional y mantener los demás organismos ejecutivos, se
debe al propósito de algunos de esos organismos de
distrito de dirigir la próxima reorganización.
INTEGRACIÓN DE LA JUNTA NACIONAL EJECUTIVA
Para salvar las dificultades internas que se debían
enfrentar, se produjo el desplazamiento del Comité
Nacional, pero se conservaron cuidadosamente los puestos
de mando efectivo. Después de designar la Junta Nacional
Ejecutiva de siete miembros, con funciones de Comité
Nacional, para llevar a cabo la reorganización integral
del partido, se pasó a cuarto intermedio hasta el 10 de
octubre. Aceptamos las designaciones contrariando
íntimas convicciones espirituales y la opinión de muchos
de nuestros correligionarios, en un supremo esfuerzo
esperanzado de que los hombres que tuvieron la dirección
partidaria comprendieran la gravedad del momento y
resignaran sus posiciones. Todo fue en vano. La Junta no
pudo cumplir su cometido porque fue trabada en su acción
desde afuera de la misma por grupos de dirigentes que se
niegan a abandonar sus posiciones. Conviene, pues, hacer
una historia de lo ocurrido.
CADUCIDAD DE LOS ORGANISMOS DE DISTRITO
Desde la primera reunión de la Junta y para responder a
las grandes esperanzas que había despertado en el pueblo
radical, planteamos la necesidad de que la misma
asumiera la efectividad de la tarea de reorganización, a
fin de que ésta no pudiera ser dificultada por ninguno
de los organismos de distrito. Para no hacer
diferenciaciones entre uno y otro distrito pedimos que
se resolviera la caducidad de todos los organismos
ejecutivos sin distinciones pero atendiendo al criterio
de la mayoría de la Junta se iniciaron trámites para
obtener que las autoridades ofrecieran sus renuncias.
Estas gestiones privadas tuvieron buen resultado, pues
muchos de los distritos ––sin distinción de tendencias––
hicieron saber que estaban dispuestos a entregar las
renuncias. Frente a estas solicitaciones, no sucedió lo
mismo con la Capital Federal y provincia de Buenos
Aires, que, desde el primer momento, eludieron tomar la
actitud que las circunstancias exigían.
DEFINICIÓN POLÍTICA DE LA JUNTA
El primer documento de la Junta implicó una definición
política general y un compromiso sobre la forma en que
se haría la reorganización. Desde el momento en que la
Junta dio por unanimidad ese documento, los intereses
creados de algunos grupos de dirigentes armaron la
resistencia contra la misma. El documento era un
desahucio definitivo para quienes pudieran estar
planeando en la sombra con comitancias con el
oficialismo o con las fuerzas del régimen, pero era
también un desahucio para quienes creían que una vez más
la acción reorganizadora en el radicalismo se limitaría
a la tarea mecánica de inscribir nombres con el único
propósito de movilizarlos en una elección interna.
Mientras tanto, la inquietud del pueblo radical siguió
en aumento. Al propósito de renunciar de algunos
distritos y a las manifestaciones individuales, se le
agregaron hechos de una gran significación: así un
caracterizado grupo de diputados nacionales pidió a la
Junta que decretara la caducidad de todos los
organismos.
La Junta consideró las dificultades de hecho existentes
y la mayoría declaró que carecía de facultades para
decretar la caducidad, por lo que resolvió pedir a la
Convención que se le concedieran facultades para
designar juntas reorganizadoras. Dicha resolución no
pudo ser suscripta por nosotros en virtud de haber
sostenido que la Junta debía declarar que no existía
posibilidad alguna de reorganización integral de la
Unión Cívica Radical sin la caducidad de todos los
organismos de distrito para que la Junta asumiera la
tarea por medio de sus comisiones. La discrepancia no
fue total, sino parcial en virtud de que estuvimos
absolutamente de acuerdo en que la Junta ratificara los
conceptos generales sobre el sentido de la
reconstrucción interna y afirmara su derecho a
intervenir los distritos en caso de conflicto. Como la
mesa directiva de la Convención no había cumplido la
decisión del propio cuerpo de volver a reunirse el 11 de
octubre, la propia mayoría de la Junta, previendo una
política de postergación fijó un plazo de treinta días
para que el alto cuerpo partidario se reuniera. No
obstante ello, la mesa directiva de la Convención
convoca al cuerpo para el 10 de enero para iniciar una
discusión que seguirá postergando indefinidamente la
tarea de reconstrucción interna que el radicalismo todo,
espera se realice.
ALCANCE DE LA DIVERGENCIA RADICAL
Por todo lo que dejamos expresado se infiere fácilmente
que las divergencias que existen en el radicalismo y
todas las trabas que se han puesto a la Junta no se
deben a aspectos formales ni de carácter personal.
Encierran profundas cuestiones de fondo que hacen a la
misión del radicalismo en la vida argentina. Por eso la
reorganización es un problema de profundidad que se
hinca en la raíz misma de la función histórica del
radicalismo. Las autoridades de algunos de los
distritos, no comprendiendo este significado, se niegan
a renunciar, creyendo que son planteos de primacía o de
sustitución de hombres. Se invoca la necesidad de luchar
contra el oficialismo, como si esa lucha no pudiera ser
realizada sin la presencia de muchos de los que
desprestigiaron la acción de la Unión Cívica Radical, y
sin advertir, acaso, que al darse las claras
definiciones de lo radical, automáticamente se adquiere
el sentido de oposición a todo lo que ––como el actual
gobierno–– sea contrario a lo definido como radical.
RESISTENCIA A LA RENOVACIÓN
Quienes se aferran a sus cargos arguyen, para oponerse a
la caducidad, que procediendo así evitarán que el
gobierno se apodere del radicalismo. Se trata,
solamente, de una argucia, porque el apoderamiento del
radicalismo por un gobierno jamás podrá realizarse por
vía de una ley ni por la conquista de dirigentes. El
radicalismo es una fuerza esencialmente popular, y el
único que puede evitar las divisiones, la disgregación
ola entrega es el propio pueblo radical. Si las
autoridades de distrito se mantienen en sus posiciones,
podrán gravitar sobre la reorganización, evitando que
los núcleos de los cuales son expresiones, pierdan las
elecciones internas. No es casual que la resistencia a
la renuncia provenga fundamentalmente de distritos en
los cuales los sectores oficialistas internos están
amenazados por el voto de los afiliados radicales.
Aquella conducta acusa una incomprensión del momento
político que vive el país y de la verdadera función del
radicalismo. Posición que no se ajusta a la reclamación
radical dentro del drama vivo de la nacionalidad. Pero
frente a los pequeños grupos de dirigentes que se
resisten a toda renovación, se encuentra una gran parte
del pueblo radical que quiere que la Unión Cívica
Radical recobre su jerarquía de fuerza revolucionaria,
de libertad política y de justicia social y que asuman
su dirección conductores que, nutriéndose en sus grandes
orientaciones, sean una garantía de realización de los
ideales que proclaman. Como parte del pueblo que es, no
acepta desempeñar función conservadora ni quiere
defender los intereses de ningún grupo de privilegio
nacional o extranjero. Quiere ese pueblo una Unión
Cívica Radical como en sus mejores horas, la que no
temía a las transformaciones sociales y económicas, sino
que las planteaba, promovía y realizaba dentro del
amplio concepto de la democracia. Esos radicales piden
la caducidad de los organismos de distrito para que el
pueblo llegue a nuestros registros y pueda en su
oportunidad expresar libremente y podamos todos, por la
vía democrática del voto, resolver sobre el destino del
radicalismo.
LA UNIDAD RADICAL
A pesar de lo expresado, nadie tema por la unidad
radical, si se entiende por unidad la unión de los
hombres del inmenso pueblo radical en el respeto a la
doctrina y a la conducta. En consecuencia nuestra
posición no es divisionista. El divisionismo importa
siempre una posición negativa y lo radical no se hace de
negaciones. Hemos defendido y defenderemos la unidad
conceptual del radicalismo como única forma y exigencia
de la recuperación democrática del país y de la
realización de la justicia social que propugna, pero no
podrá haber unidad si no es sobre bases radicales, de
respeto intransigente de la doctrina y la consiguiente
fidelidad a la conducta.
¿QUÉ HACER?
En esta hora tan llena de dificultades, pero tan plena
de posibilidades, cada correligionario tiene la
obligación de hacer conocer su criterio y de actuar
conforme a su propia inspiración. El radicalismo, como
instrumento de la democracia argentina, será construido
de la manera y con la eficacia que cada radical sea
capaz de hacer. A todos los radicales se nos vienen
ofreciendo desde hace tiempo tres grandes caminos. Los
hombres cansados de la lucha tienen abierta la ruta
hacia las posiciones gubernativas que les ofrece el
oficialismo. Oficialismo al que condenamos, no por la
simple razón de no ser un gobierno surgido de nuestras
filas, sino porque representa una tentativa de
estructuración orgánica de un régimen enemigo de las
libertades esenciales de la persona y porque no
representa en el orden económico y social progreso
alguno de fondo, ya que responde a los mismos intereses
antipopulares y antinacionales de los gobiernos
posteriores al 6 de septiembre de 1930.Existen otros
radicales que, si bien mantienen su lucha frente al
gobierno, parece que sienten flaquear sus fuerzas para
continuar manteniendo la integridad del programa radical
de reparación moral, política y económica. Se llega así
a la política fácil del acuerdo, que suma votos en
proporción directa a la renuncia de principios. El
radicalismo, de fuerza de construcción nacional, se
reduce a asumir el papel de recolector de opositores,
vengan de donde vinieran, y de aprovechador mecánico de
los desconciertos oficialistas. El radicalismo no ha
sido, ni será jamás, un simple partido de oposición,
puesto que, como se ha dicho, tiene sentido de
construcción de la nacionalidad. Los errores
oficialistas o el apoyo de los opositores son simples
contingencias que no pueden servir de argumento para un
radical que busque orientación. Frente a estos caminos
del error, los radicales deben mantener en forma
intransigente, la totalidad de las reivindicaciones que
acuerdan función histórica al partido. Se estará así a
cubierto de toda desviación o concomitancia con el
oficialismo y de los peligros de que la Unión Cívica
Radical se transforme en fuerza de choque del régimen
conservador o de intereses extranjeros. El radicalismo
es un cauce abierto para que todos los hombres libres
trabajen por la patria; pero, lo que no podrá admitirse,
es que sea manejado conforme a inspiraciones que no
responden a la esencia que le ha dado vida. El
radicalismo debe decidirse definitivamente a ser lo que
debe ser o a no ser nada, porque puede ocurrirle algo
peor que ser nada: transformarse en una fuerza
antirradical. Este gran quehacer de la reestructuración
partidaria para colocar a la Unión Cívica Radical en
condiciones de encauzar la vida de la Nación, y de
realizar la revolución social que ha promovido,
planteado y que aún no encontró su adecuada realización,
nos exige espíritu de sacrificio, de renunciamiento y
devoción por las cosas del país.
Nuestra tarea es inmensa. Por eso este manifiesto es
también un llamado y una convocación a todos los
radicales que estén dispuestos a entregarse a esta tarea
para poner a la Unión Cívica Radical en la función
política de nuestra historia.
NUESTRA POSICIÓN
Ésta es la posición que hemos defendido y continuaremos
defendiendo desde la Junta Nacional Ejecutiva. Para que
el pueblo radical la conozca, hacemos esta definición
que es a la vez programa, en la vida interna del partido
de la acción recuperativa de lo radical:
1.- Recuperación de los grandes principios y
reivindicaciones radicales de emancipación popular y
nacional.
2.- Afirmación de la Unión Cívica Radical como fuerza
revolucionara para realizarla justicia social que exige
el pueblo de la Nación.
3.- Intensa tarea de esclarecimiento público sobre la
base de esas reivindicaciones en todos sus aspectos:
institucionales, económicos, sociales y culturales, para
poner en evidencia el peligro en que vive el país:
continuar bajo la política del actual gobierno, que no
interpreta ningún sentido revolucionario auténtico del
pueblo argentino o caerán el régimen de la oligarquía
fraudulenta que gobernó hasta el 4 de junio de 1943.
4.- Caducidad de todas las autoridades de distrito, para
que la reorganización pueda hacerse desde abajo con un
limpio sentido democrático y con la participación de la
juventud, las mujeres y los obreros.
5.- Obligatoriedad del voto y representación de las
minorías, principios que, estando consagrados en la
Carta Orgánica, han sido reiteradamente violados en
algunos distritos.
6.- Régimen de asambleas de afiliados para que sean
éstos los que resuelvan la orientación del radicalismo y
para que juzguen la forma en que sus representantes han
servido los intereses del partido y del país.
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