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Quiero en primer lugar saludar y agradecer a todos los
delegados del país esta presencia militante que es un
ejemplo para el sistema político argentino. Esto es lo que
diferencia a una organización política permanente e
inmutable de los meros emprendimientos políticos que se
constituyen para cumplir objetivos temporales o para
satisfacer objetivos individuales.
Hoy venimos a hacer algo más que a elegir una nueva
conducción partidaria, venimos a ratificar un rumbo, una
doctrina y una conducta. El rumbo lo definimos allá en
Rosario, en 2006, cuando dijimos que la UCR era un partido
político de oposición que no podía compartir un modelo de
poder que nada tenía que ver con nuestra historia y con
nuestro pensamiento.
Allí dijimos también que nuestro rol, además de resistir,
era el de construir una alternativa potente para que la
sociedad tuviera opciones dentro de un sistema político como
el nuestro. El plantarse firmes, resistir y cuidar la casa
se ha cumplido con creces.
No es necesario remover el pasado ni revisar conductas. No
estamos hoy acá para eso. Mucho más importante que ese
pasado de divisiones y enfrentamientos entre nosotros es
este presente que nos permite disfrutar de un partido
normalizado, en sus formas, pero lo que es más importante,
vigorizado por la fuerza de la reunificación en el fondo de
la cuestión. Mi homenaje entonces y una profunda gratitud a
la conducción que hoy entrega la posta, en la persona de
quien ha sido símbolo de esta etapa, con quien he compartido
todas las luchas, mi querido amigo Gerardo Morales.
Como nada es casualidad, sino que este presente responde a
una clara y evidente causalidad, hoy los delegados de todo
el país han elegido a un correligionario de Mendoza para
presidir el Comité Nacional.
Mi provincia fue la vanguardia de los malos y buenos
momentos de la historia reciente. Fuimos vanguardia en la
ruptura, porque allí comenzó la cosa en 2005, y la sociedad,
la gente, último e inapelable juez de nuestras conductas
políticas, nos castigó con una dura derrota, fruto de la
cual perdimos el control de la provincia.
Pero, felizmente, pudimos ser vanguardia en la
reconstrucción, en la reunificación y allí también, hace
pocos meses, es misma sociedad nos hizo ganar una elección
soñada, con más del 50 por ciento de los votos.
Por eso, mi primer compromiso ante ustedes hoy es que voy a
poner todo el esfuerzo para que el modelo de reconstrucción
de Mendoza se expanda a todo el país y en 2011 podamos
pedirle a la sociedad argentina que vuelva a premiar a un
radicalismo unido, fuerte, nacional, federal y con potencia
de gobierno que conduzca el destino del país.
Este fin de año ha puesto a prueba a la dirigencia radical y
hemos resuelto nuestras cuestiones internas para decirle a
la sociedad que con esa misma impronta estamos dispuestos a
resolver las cuestiones pendientes de nuestro país.
Debemos profundizar todas nuestras energías para construir,
con otras fuerzas afines, la alternativa para gobernar a
partir del 2011.
En la dicotomía de las personas y las organizaciones, el eje
que las encolumna es el del proyecto común. Hemos tenido un
proyecto común el 28 de junio y como no requería de
demasiada construcción, sólo era el ponerle la mano en el
pecho al autoritarismo, el éxito se tradujo en mucho
millones de votos argentinos hastiados por un lado y
esperanzados por el otro.
Construir una alternativa de poder en la Argentina de
siempre es asumir varios compromisos que desde este momento,
como nuevo presidente de la UCR quiero formalizar.
Primero: el compromiso de profundizar las coincidencias y
minimizar las diferencias. A mí en la calle los ciudadanos
ya no me piden sino que me exigen que busque denominadores
comunes para construir hacia delante.
Segundo: el compromiso para erigirse en una alternativa es
construir un programa de gobierno que tenga participación
social –mucha materia gris para pensar y desarrollar ideas,
pero al mismo tiempo muchos protagonistas que habremos de
convocar con criterio amplio y federal- y seguridad de
cumplimiento –cómo vamos a democratizar los gremios y otros
sectores con quienes se pueda acordar una política futura-.
Eso es gobernabilidad, eso es confianza eso es
previsibilidad y eso, en buen romance, es apoyo de las
mayorías populares para llegar al Gobierno.
No se puede llegar al gobierno sólo con buenas ideas. El
tejido de poder requiere además que se puedan cumplir.
Además de la idea, del plan y de sus características,
debemos reunir a las personas de carne y hueso que están
dispuestas a convertirse en sujetos públicos, con todo lo
que eso implica en estos tiempos.
Quiero hacer, a partir de mi conducción, una amplia,
generosa y entusiasta convocatoria a todos aquellos,
radicales o no, que a lo largo y ancho del país crean, como
nosotros, que la política sigue siendo una de las más nobles
actividades de las personas en sus perspectivas de hombres
sociales. A quienes crean que las cosas se pueden cambiar,
la UCR tiene un lugar de encuentro y militancia.
Estas palabras están dirigidas especialmente a la juventud.
Vamos a salir a buscar jóvenes que estén dispuestos a
construir su propio proyecto de vida junto a la política.
Esta conducción va a privilegiar en su trato cotidiano a
todos aquellos que aporten aire fresco, ideas nuevas
prácticas modernas y, sobre todo, imbuidos de un espíritu
constructivo.
Dejemos de hacernos cargo del pasado para hacernos cargo del
futuro: adoptemos como conducta diaria la responsabilidad
radical de asumir lo que vendrá.
Así como la vida me dio el privilegio de despedir a Raúl
Alfonsín en nombre de una generación que nació a su amparo,
hoy tengo el privilegio de decirle a mi generación que
tenemos una oportunidad histórica. No la podemos
desaprovechar con mezquindades, vanidades y mediocridades.
Convoco a la grandeza, la generosidad y la responsabilidad.
Otra gran ratificación es la de nuestra doctrina, pero en
contacto con nuestra realidad. La transformación humana con
un sentido ético, que hoy debe ser adaptada al proceso
democrático que ya tiene más de 25 años.
En los últimos tiempos ha emergido un fenómeno sociológico
que afecta la sustentabilidad democrática: el descreimiento
social en la capacidad del sistema para mejorar la vida de
los ciudadanos. Por eso hay que consolidar el concepto de
democracia de bienestar. Para eso, hay que focalizar
nuestras acciones en el principal flagelo de la Argentina
hoy: la profunda desigualdad de su tejido social. Los
desposeídos de hoy están sometidos por un sistema de
desigualdad crónica que la política no ha podido
transformar. La democracia social no debe ser más
conservadora y humanizar lo inevitable, porque seguirá
cayendo en el asistencialismo. La democracia social, con la
UCR a la cabeza, tiene que combatir la raíz con espíritu
transformador para generar una revolución de equidad social
con dignidad y derechos. Más igualdad para más dignidad y
mejores derechos.
Y aquí entra la ética de la solidaridad. Necesitamos un
estado social democrático y republicano, por un lado; en
armonía con una sociedad de ciudadanos comprometidos y
solidarios, por el otro. Allí está nuestra proa: Estado y
sociedad para darle a la democracia formal el contenido
ético, social y republicano.
En tercer lugar, hay que ratificar la conducta de la UCR:
ser un partido centenario no tiene tanto que ver con el
almanaque sino con la inmutabilidad de los principios y la
conducta. Doctrina para que nos entiendan y conducta para
que nos sigan, la consigna de Moisés Lebenhson.
Hay que ratificar la conducta moral para luchar por el
poder, como herramienta de transformación social que
modifique en justicia social el orden natural injusto.
Hay que ratificar la conducta republicana también, para
demostrar que la política está al servicio de la sociedad y
no la sociedad al servicio de los intereses personales y
mezquinos sus dirigentes.
Hay que ratificar la conducta democrática en definitiva,
para hacerse cargo de lo que la propia democracia nos
indica: cuando se gana, con la unidad de no sentirse dueños
de nada, sólo mandatarios del cambio; y cuando se pierde,
con la humildad de aceptar los errores y la grandeza de
enmendarlos.
Hablando de conducta, la primera decisión de este Comité
Nacional es convocarnos todos el próximo jueves a Corrientes
a defender el voto popular, a defender el federalismo y a
defender lo mejor de nuestra tradición.
Quiero cerrar pidiendo permiso a la Convención Nacional para
repetir las palabras de quien la presidiera en aquella
histórica reunión en Rosario.
Sintámonos orgullosos de ser radicales. Orgullosos de la
reforma universitaria y de la Ley 1420. Orgullosos de YPF y
de la defensa del patrimonio nacional.
Orgullosos de los hospitales públicos y de la Ley nacional
de medicamentos.
Orgullosos de la libre determinación de los pueblos y del
MERCOSUR.
Orgullosos del artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
Orgullosos del cupo femenino y de la legislación sobre
patria potestad y divorcio.
Orgullos de nuestro civismo y de haber sido opositores,
leales a las instituciones.
Orgullos de nuestra resistencia la violencia y las
dictaduras.
Orgullosos de nuestra pertenencia a la Internacional
Socialista demócrata.
Orgullosos del Nunca Más y del Juicio a las Juntas.
Orgullosos de haber sido correligionarios de Sergio
Karakachoff, de Mario Abel Amaya, de Ángel Pissarello o de
Felipe Rodríguez Araya, asesinados por creer en la paz, la
libertad y el derecho.
Sin creernos infalibles ni superdotados, que no lo somos,
sintámonos orgullosos de nuestro pasado y redoblemos nuestro
trabajo para ser dignos continuadores y sucesores de
nuestros mayores.
Recuperemos a propósito de nuestros desvelos y quehaceres en
la política argentina aquella antiquísima palabra: el honor,
que es la que da cuenta del orgullo atravesado por la ética.
Así se entenderá mejor qué nos convoca cuando entonamos la
marcha de la UCR en su párrafo más bello: Adelante
radicales, por la Patria y el honor, por la libertad del
pueblo que está en nuestro corazón.
La UCR, desde su impronta republicana, federal y
comprometida con la igualdad, articulará el espacio
progresista y plural que conducirá al desarrollo de la
Argentina.
No tengo dudas de que miles de argentinos querrán sumarse
con entusiasmo al desafío de construir el rumbo de un país
para todos y todas, que desde la UCR, encaminados por la
grandeza de nuestra doctrina y guiados por la coherencia de
la histórica conducta radical, llevaremos adelante la
dignidad del pueblo y el honor de la República.
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