Documentos
de:
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Hipólito Yrigoyen |
Carta de Hipólito Yrigoyen al
Gobernador de Santiago de Estero Santiago Maradona
El Presidente expresa su
disconformidad por la venta de terrenos fiscales para el pago de
deuda pública provincial.
7 de enero de 1930
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Buenos Aires, enero 7 de 1930
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A. S. E., el Señor Gobernador de la Provincia de Santiago del
Estero:
El Poder Ejecutivo ha tenido conocimiento del decreto dictado
por V. E., reglamentando el artículo 11 de la ley de presupuesto
en vigencia en esa provincia, por el cual se dispone la
enajenación de 150.000 hectáreas de tierras fiscales, cuyo
importe destinará a la atención de los servicios de la deuda
pública de esa provincia.
El Poder Ejecutivo no puede dejar pasar en silencio una
operación de tal magnitud, sin dirigirse a V. E., a fin de
precisar en todos sus alcances la doctrina, que al respecto
sustenta, desde que no le pueden ser ajenos tales problemas,
tanto más cuanto que el caso presente afecta los fundamentos
mismos de la economía nacional y desvirtúa los sagrados mandatos
del dogma que profesa el movimiento de opinión del cual ha
emergido el gobierno de Vuestra Excelencia.
La forma como se proyecta realizar la venta de la tierra
pública, adolece de notorias deficiencias, no sólo por las
proyecciones económicas y sociales de la operación en sí, sino
por las consecuencias que derivarían sobre la Nación, entregada
hoy totalmente a los estímulos superiores de un gobierno que,
surgido tras cruento esfuerzo, se realiza totalmente para
impelerla hacia las más grandes transformaciones.
El fraccionamiento de la tierra que se intenta en dicho decreto
llevar a cabo, lejos de conseguir su objetivo, favorece, antes
bien, el acaparamiento de grandes zonas, con todos los males que
ello comporta desde que latifundios, además de constituir el
obstáculo más insalvable al progreso, es el origen de profundos
males sociales, cuyas consecuencias gravitan directamente sobre
la vida nacional.
Por otra parte, los precios fijados como básicos para esa venta,
son reducidos que de por sí, constituyen una verdadera
liquidación de la tierra pública, y bien sabe V. E., que ésta
constituye el sagrado patrimonio de la Nación, y que sólo
mediante un previsor y meditado plan de colonización, sería
posible utilizar para obtener los debidos beneficios para el
pueblo, pero sin que el Estado se desprenda ni de un sólo adarme
de su exclusiva propiedad.
Ya en otra oportunidad, con fecha 17 de setiembre de 1920, el
Poder Ejecutivo en virtud de otra enajenación de tierra pública
que se proyectaba y que quedó sin efecto, expresó el mismo
concepto sobre este problema.
Para atender los servicios de la deuda, el Gobierno de V. E.,
podría arbitrar fácilmente otra fuente sin recurrir a la
enajenación de la tierra pública, cuyo patrimonio resguarda con
tanto celo el Poder Ejecutivo, en defensa de los superiores
intereses de la Nación, desde que la riqueza de la tierra como
la del subsuelo mineral de la República, no puede ni debe ser
objetó de otras explotaciones que las de la Nación misma.
La riqueza forestal, fuente viva de recursos y de trabajo, debe
ser contemplada como uno de los grandes beneficios de la
Providencia, otorgados al suelo argentino, y, en consecuencia,
su resguardo y su utilización no pueden hacerse sino en
beneficio exclusivo del pueblo y de acuerdo a planes
científicamente meditados.
Empeñado como se halla el Poder Ejecutivo de realizar el bien
público en todas sus fases y en llevar el espíritu nuevo de esta
gran transformación a todos los ámbitos del país persiguiendo la
reconstrucción nacional emprendida, ha creído un deber
patriótico dirigirse a V. E., sabiéndolo solidarizado en el
pensamiento superior de reparación que rige y para dejar a salvo
su concepto sobre tan trascendental asunto.
Nada, entonces, puede precipitarnos hacia la consecución de los
fines de bien público que nos guían, y por el contrario, todo
nos reclama una constante atención para que los atributos
propios del pueblo, que tanto esfuerzo ha costado alcanzar, los
mantengamos intactos hasta que en la prosecución de la labor
progresiva del Gobierno, haya llegado la hora de resolverlas,
dentro de un plan orgánico y eficiente que permita llevar a
todas partes la mayor felicidad y el bienestar para todos.
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H. YRIGOYEN |
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