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					Las instituciones libres de la 
					Nación fueron cínicamente conculcadas por el gobierno 
					dictatorial del general Julio A. Roca, para entronizar en el 
					mando a su concuñado Dr. Miguel Juárez Celman, que, aparte 
					de su notoria insignificancia como hombre de Estado, había 
					ya revelado en el gobierno de Córdoba todos los instintos 
					perversos que desarrolló en grande escala más tarde desde el 
					sillón de Rivadavia.El pueblo de la República tuvo el 
					presentimiento de los males que iban a desencadenarse sobre 
					el organismo nacional a causa de esta bochornosa imposición 
					de un candidato inepto, mal inclinado e ignorante, y de un 
					extremo a otro del territorio, los hombres libres se 
					pusieron de pie para resistir tamaña vergüenza. Frente al 
					candidato impuesto por el general Roca, se levantaron las 
					candidaturas de los doctores Irigoyen, Gorostiaga, y Rocha, 
					que llegaron a formar tres agrupaciones imponentes; el 
					doctor Irigoyen contaba con numerosos elementos en la 
					República; la candidatura del doctor Gorostiaga era 
					sostenida por los amigos políticos del general Mitre y por 
					el elemento católico; el doctor Rocha disponía del gobierno 
					de la provincia de Buenos Aires y sus grandes recursos, y 
					también de partidarios numerosos que, bajo su dirección 
					resistían en las provincias la candidatura de Juárez. Si 
					estas fracciones se hubieran unido oportunamente, habrían 
					salvado al país de los estragos del fin del gobierno de Roca 
					y del vandalismo del unicato, pero combatieron separados la 
					imposición, uniéronse para no hacer nada cuando era ya 
					tarde, y así el presidente Roca pudo consumar impunemente el 
					atentado liberticida, sin más represión que una herida leve 
					en la frente, producida por la mano vengadora de un 
					epiléptico, hijo de una provincia oprimida con todo 
					ensañamiento.
 ¿Porqué el general Roca impuso la 
					candidatura de su pariente adornado de cualidades negativas 
					y de inclinación malvadas?. Nadie niega al ex presidente 
					Roca inteligencia suspicaz, y el conocimiento de los 
					hombres, especialmente de sus malas pasiones, de sus 
					ambiciones, del lado débil por el cual pueda catequizarlos. 
					Todos conocen al imitador y admirador de Augusto, al 
					discípulo de Maquiavelo, como un político astuto, sin 
					escrúpulos, inclinado a los malos procedimientos 
					gubernativos, en vez de la honestidad del mando; que tiene 
					de los hombres la idea pesimista de que son moralmente 
					corrompidos, y del hombre de estado el concepto de que es 
					grande el que oprime y explota los pueblos con mayor suma de 
					habilidad, cinismo y provecho, que habla mucho de 
					patriotismo, de libertad y de moral, con la convicción de 
					que esas piedras angulares de las sociedades civilizadas son 
					instrumentos admirables para engañar a los cándidos, 
					encadenar a los pueblos y explotarlos a mansalva; que los 
					patricios ilustres y las cabezas dirigentes de las 
					muchedumbres, son ambiciosos infatuados, cubiertos con la 
					careta de a hipocresía, aptos para servir y secundar los 
					planes tenebrosos de un hábil político, con sólo atraerlos 
					por el lado de la ambición, mostrándoles un éxito 
					deslumbrante. Todos conocen estos perfiles salientes del 
					político taciturno, pero pocos se dan cuenta de por qué 
					impuso la candidatura de Juárez. Poco trabajo debiera costar 
					la solución de este problema, sin embargo, con sólo examinar 
					las cualidades descollantes del general Roca, y con un breve 
					examen del fin de su período gubernativo. Convenía al ex 
					presidente Roca encubrir los atentados de su administración 
					y asegurarse la reelección gubernativa. Para esto buscó a 
					Juárez e impuso su candidatura.
 Contemplemos los estragos del 
					azote que impuso a la República el general Roca. Durante los 
					cuatro años que gobernó Juárez, todos aquellos vicios del 
					gobierno nacional anterior fueron multiplicados y extendidos 
					de una manera pasmosa y brutal a toda la Nación, cada 
					provincia fue una factoría, y cada oficina pública un puesto 
					de mercado; desaparecieron las leyes que habían salvado del 
					gobierno de Roca; se suprimió radicalmente el sufragio libre 
					en todo el país, el régimen municipal, las autonomías 
					provinciales; se fomentó la desatinada especulación; con las 
					explotaciones bancarias y las emisiones clandestinas, se 
					precipitó la ruina económica del país; se confundió el 
					tesoro público con el patrimonio de los administradores, en 
					fin, la República fue aterrorizada por las escenas de sangre 
					de Tucumán, mareada con un falso engrandecimiento material, 
					oprimida y esquilmada con los mil atentados del gobierno más 
					corrompido y corruptor que haya tenido la nación Argentina. 
					Al terminar esta época sombría, cuando la corte fenicia que 
					gobernaba la conducta del presidente creyó oportuno dar 
					apariencias de popularidad a una candidatura vergonzante, se 
					tuvo la osadía de regimentar la juventud bajo la jefatura 
					incondicional y desdorosa del Dr. Juárez Celman. Todos 
					recordarán la forma práctica que se dio a esta fiesta 
					bizantina. Fue un banquete, donde se abdicó el civismo en 
					manos de un hombre celebrado bajo los auspicios del retrato 
					del Presidente, recibiendo éste, al fin, de cuerpo presente, 
					la adhesión incondicional a su política depravada y a su 
					administración corrompida, de todos aquellos jóvenes, hijos 
					de la patria de Rivadavia y San Martín.
 El cuadro desolante que 
					presentaba nuestro país, el vivo deseo de provocar una 
					reacción cívica saludable, la justa indignación de ver que 
					se pretendía complicar a la juventud con el sensualismo del 
					gobierno de Juárez, y el propósito de impedir que la nueva 
					generación se contaminara con tanto oprobio, fueron las 
					causas que me movieron a publicar en La Nación, el mismo día 
					que se celebraba el banquete llamada incondicional, y bajo 
					mi firma, un artículo enérgico, pero justiciero, con el 
					título “¡Tu quoque juventud!” en el cual fustigaba 
					severamente la conducta política de los jóvenes juaristas.
 La prensa oficial desató contra 
					mí su vocabulario de inepcias y groserías de costumbre, sin 
					obtener más réplica que mi silencio y menosprecio. Los 
					jóvenes del festín se sintieron heridos en carne viva, pero 
					como eran tan levantados y justicieros los ataques de mi 
					artículo, tragaron sus cóleras sin lamentables extravíos 
					respecto del autor. Entonces observé que si la verdad dicha 
					en forma culta es lo que más ofende a la generalidad de los 
					hombres que obran mal, también es lo que impone más respeto 
					a la susceptibilidad herida.
 El artículo recibió la mejor 
					acogida del público y de los hombres de espíritu elevado, 
					recibiendo su autor felicitaciones de numerosas partes. Al 
					día siguiente de su aparición, el 21 de agosto, hallándome 
					en mi estudio con el poeta Joaquín Castellanos que había ido 
					a darme un abrazo por el artículo, llegaron los jóvenes 
					Modesto Sánchez Viamonte, Carlos Zuberbülher y Carlos F. 
					Videla, con el propósito de felicitarme por la energía con 
					que había combatido la adhesión incondicional de los jóvenes 
					juaristas, y también a comunicarme que ellos y muchos amigos 
					de la Bolsa querían darme un banquete por mi actitud 
					política. Yo agradecí con delicadeza a estos amigos el 
					ofrecimiento que me hicieron, declinando su honor, y les 
					pedí que en vez de un banquete por mi actitud, hiciéramos 
					una fiesta de protesta contra el incondicionalismo, y para 
					provocar la reacción cívica del país. Ellos aceptaron mi 
					excusación y adhirieron con entusiasmo al plan propuesto, 
					cambiando luego ideas los cinco amigos nombrados y el doctor 
					Emilio Gouchón,, sobre la forma y oportunidad de hacer un 
					“meeting” o banquete de protesta y de civismo, o solamente 
					una festividad para condensar los elementos independientes y 
					combatir al gobierno bochornoso de Juárez.
 De acuerdo sobre el alcance de la 
					fiesta cívica que nos proponíamos realizar, resolvimos 
					entonces invitar cada uno a los amigos influyentes que 
					tuviésemos en las Facultades de la Universidad, Colegio 
					Nacional y la Bolsa, para una reunión en mi estudio al día 
					siguiente, a la cual se sometería el plan y la fórmula de 
					invitación pública. Castellanos quedó retirado 
					ostensiblemente de este movimiento inicial, aún cuando lo 
					aplaudía, por sus vinculaciones con la situación provincial 
					de Buenos Aires, que esperábamos no fuera hostil al 
					movimiento regenerador, y también porque no tenía mucha fe 
					en la trascendencia de la agitación juvenil. El poeta quería 
					empezar por donde terminó en julio la Unión Cívica, 
					produciendo algo más intenso, aunque de menor extensión. 
					Pero nos veíamos frecuentemente, siempre me estimulaba, y 
					fue de los primero concurrentes al “meeting” del 1º de 
					setiembre. Días antes del 13 de abril, abrazó con 
					entusiasmos la causa de la Unión Cívica, poniendo al 
					servicio de la campaña reaccionaria, toda su actividad y su 
					talento.
 El día 22 de agosto concurrieron 
					a la reunión como treinta jóvenes estudiantes de medicina, 
					de derecho, de ingeniería, del Colegio Nacional, corredores 
					de Bolsa y algunos abogados y médicos. No sé si me es infiel 
					la memoria, pero recuero a Sánchez Viamonte, Videla, 
					Zuberbülher, Gouchón, Marcelo Alvear, Montes de Oca (Manuel 
					Augusto), los Torino (Damián y Martín), Haynard, Gache, 
					Mujica,Gallardo, Le Bretón, Elizalde, Gorostiaga, Lupo, 
					Escobar, Eguzquiza, Sagastume, De la Serna, Frías, 
					Senillosa, Ibarguren, Arévalo, Rodolfo Solveyra, Alberto 
					López. En esta reunión, más que aprobada sin discusión, fue 
					aclamada la idea de protestar contra el incondicionalismo y 
					de provocar el despertamiento de la vida cívica. En la misma 
					o en la siguiente, se resolvió que en vez de banquete se 
					celebrar un “meeting” de la juventud independiente, “para 
					proclamar con firmeza la resolución de los jóvenes de 
					ejercitar los derechos políticos del ciudadano, animados de 
					grandes ideales, con entera independencia de las autoridades 
					constituidas, y para provocar el despertamiento de la vida 
					cívica nacional”, según los términos breves y expresivos de 
					la invitación .Primero invitamos a los jóvenes 
					independientes a que se adhirieran a la idea de celebrar un 
					“meeting” con el propósito indicado, y luego, cuando 
					contamos con cuatrocientas o quinientas adhesiones, 
					invitamos al “meeting” que debía celebrarse el 1º de 
					setiembre de 1.889.
 Desde entonces las reuniones 
					fueron diarias hasta la víspera del “meeting” concurriendo 
					cada día nuevos jóvenes, como el Dr. Enrique S. Pérez, Dr. 
					Juan B. Justo, Dr. Davison, Dr. Enrique Figueroa, Ismael 
					Piñero, Dr. Daniel S. Tedin, Ingeniero Candioti, Dr. Molina, 
					Estrada (J.M.), Beccar Varela, Julio Moreno y otros más 
					cuyos nombres no recuerdo. Las listas de adhesiones 
					aumentaba cada día, apareciendo la invitación al “meeting” 
					en los dos últimos días con más de mil firmas de jóvenes, 
					estudiantes, del comercio, abogados, médicos, ingenieros, 
					etc. de las principales familias de Buenos Aires y de las 
					provincias. Con cinco días de anticipación al “meeting” 
					fueron designados A.A. Montes de Oca, Damián Torino y el que 
					escribe para que hablaran en la reunión pública. Varangot 
					también fue designado orador, pero no puedo preparar su 
					discurso por causas ajenas a su voluntad.
 Nos fue difícil encontrar local 
					para celebrar el “meeting”, pues los gubernistas amenazaban 
					a los empresarios de teatros con multas, serios perjuicios y 
					todo género de persecuciones, si alquilaban local para el 
					fin indicado. Sucedió dos veces que contratamos un teatro y 
					al día siguiente el empresario declaraba que rescindía el 
					convenio, y que por ningún dinero lo alquilaría. Cito este 
					detalle para que se vea hasta que extremo faltaban las 
					garantías en el país bajo el gobierno de Juárez: los 
					administradores de sitios públicos temían algún atropello, o 
					las persecuciones fiscales, si llegaban a permitir una 
					reunión pública contraria al orden imperante.
 La noche antes del “meeting” nos 
					ocupamos de organizar el Comité Directivo que sería sometido 
					a la aclamación de la asamblea al día siguiente, de aprobar 
					las bases del nuevo club político, y de darle un nombre 
					apropiado. Se nombró una comisión compuesta de Marcelo T. De 
					Alvear, Alberto V. López, Emilio Gouchón, M.A. Montes de Oca 
					y el que escribe, para que expidiera sobre estos puntos en 
					cuarto intermedio. Gouchón había proyectado ya las bases, 
					que fueron aceptadas con algunas enmiendas, después de un 
					breve cambio de ideas, quedando así redactado el decálogo 
					político de la asociación juvenil, que condensaba las 
					aspiraciones nacionales de todos los pueblos de la 
					República. Proyectamos un comité de treinta miembros, que 
					fue aumentando a cincuenta y tantos en la comisión directiva 
					provisoria. Después de proponer muchos nombres para el club, 
					como Liga Patriótica, Asociación Cívica, Liga Nacional, 
					Asociación Patriótica, Unión Nacional, etc. nos pusimos de 
					acuerdo en que se llamara “Unión Cívica de la Juventud”, 
					comprendiendo que era largo, pero como creíamos que el 
					movimiento político se extendía a toda la República, 
					calculando que más tarde se llamara Unión Cívica, como en 
					efecto sucedió. A este nombre lo encontramos eufónico y 
					expresivo de las tendencias de la coalición política que 
					fundábamos. Nos expedimos en poco más de media hora, siendo 
					aprobado enseguida nuestro dictamen por la comisión 
					provisoria que organizaba el “meeting”.
 Nadie faltaba a las reuniones; 
					todos trabajamos con entusiasmo y actividad, creyendo que 
					aquel movimiento juvenil generaría algo grande para la 
					patria. Discutimos si la reunión se celebraría en recinto 
					cerrado o en una plaza pública; si los concurrentes irían 
					con tarjeta o si debía invitarse a la juventud en general, 
					si se disolvería la reunión en el sitio del “meeting”, o si 
					convenía pasear la procesión cívica por las calles; que 
					medidas de defensa tomaríamos para rechazar cualquier ataque 
					que nos llevaran los incondicionales, según nos lo hacían 
					presumir diversos rumores. Todas estas cuestiones fueron 
					resueltas bajo la base de ejercitar ampliamente los derechos 
					que nos acordaba la Constitución, sin cuidarnos de las 
					amenazas que nos llegaban, ni de lo que pudiera venir. Fue 
					palabra de orden, que cada uno llevara revólver o bastón, 
					para cualquier evento. Se nombró una comisión compuesta de 
					Arévalo, Gouchón, Antonio Ibarguren y Ángel Gallardo, para 
					que invitara especialmente a presenciar el meeting a todos 
					los hombres expectables de la oposición, asistiendo casi 
					todos ellos complacidos y entusiasmados también. Desde un 
					principio veíamos que la Unión Cívica de la Juventud estaba 
					llamada a crear algo nuevo en nuestra política; que debía 
					buscar el apoyo de todos los hombres expectables e 
					influyentes, pero independizándose del pasado, de los viejos 
					partidos, de sus odios, rencores y ambiciones, en una 
					palabra, creíamos que había llegado la hora de proclamar un 
					nuevo credo político de principios, que uniera a todos los 
					hombres que no se habían contaminado con la corrupción de la 
					época y desplegar una nueva bandera, que simbolizara unión, 
					patriotismo, moral y libertad. Así, la Unión Cívica de la 
					Juventud, en medio de los escándalos bizantinos de la época 
					de Juárez, trazó con decisión una línea meridiana que 
					separaba radicalmente nuestro pasado político, de la nueva 
					vida nacional. Detrás quedaban los partidos tradicionales, 
					casi disueltos y sin bandera, con los servicios prestado al 
					país, con sus enconos y con las ambiciones personales de sus 
					miembros influyentes; quedaba el personalismo 
					roqui-juarista, que con los desbordes del “imperium y del 
					unicato”, había conducido al país a la ruina política, 
					social y económica. Frente a este pasado, se levantaba una 
					nueva agrupación, con amplísimo programa de principios 
					salvadores, agitando sobre todas las cabezas la hermosa 
					bandera de regeneración moral y política de la República, 
					proclamando con voz tonante la imperiosa necesidad de 
					restablecer las instituciones libres, y de condenar y 
					perseguir con viril energía los vergonzosos escándalos de la 
					época.
 Conviene recordar la entusiasta 
					acogida que recibió de la prensa independiente el movimiento 
					de la juventud, desde sus primeros pasos. La Nación, El 
					Diario, La Unión, El Nacional, y hasta La Prensa, saludaron 
					con palabras de estímulo la campaña juvenil, poniendo sus 
					columnas al servicio de la nueva causa. Recuerdo que el 
					doctor don Pedro Goyena fue una tarde a mi estudio a 
					informarse del plan político que nos proponíamos 
					desarrollar, concluyendo por ofrecer toda su ayuda para 
					llevar adelante programa tan simpático. En la Unión del 1º 
					de setiembre de 1889, hay una notable editorial sobre la 
					iniciativa de la juventud, escrito por el doctor Goyena, 
					cuyo artículo está compilado en este libro. Pocas veces la 
					prensa ha reflejado en sus columnas las aspiraciones 
					nacionales y la opinión pública con más clarividencia del 
					futuro que cuando ayudó eficazmente a la organización de la 
					Unión Cívica de la Juventud. Los diarios independientes de 
					la Capital, pueden vanagloriarse de esta campaña memorable, 
					en la cual se condensaron las fuerzas populares que antes de 
					un año dieron por tierra con el gobierno ignominioso del 
					doctor Juárez Celman. La prensa independiente ha tenido el 
					alto honor de contribuir a la organización cívica del país, 
					y de fustigar con valentía durante los últimos diez años, 
					con frecuencia sola, todos los abusos y atropellos que se 
					cometía en cualquier parte. Cuando los partidos, formados 
					con propósitos electorales, se desbandaban después de una 
					derrota, dejando libre campo al vencedor, la prensa 
					independiente era el único órgano de la opinión pública 
					legítimo y poderoso que controlaba las funciones 
					gubernativas, condenando los excesos, y muchas veces, 
					conjurando males de trascendencia. Esta prensa era el 
					centinela avanzado de los derechos populares, y con 
					frecuencia su augusto veto contuvo los desmanes 
					administrativos.
 Sabido es que los movimientos 
					políticos, la organización de los partidos y las 
					revoluciones de los pueblos, no son hijos del azar, ni 
					creaciones arbitrarias de la voluntad de un hombre, por más 
					genio que tenga, esos movimientos colectivos son producidos 
					por múltiples causas que vienen preparando el espíritu 
					público desde años antes que los acontecimientos asuman 
					formas definidas y tangibles, sin que los hombres que los 
					dirigen se aperciban de aquellos orígenes mediatos, aún 
					cuando muchas veces los conductores de hombres sean 
					instrumentos de fuerzas ignoradas. Pero si siempre hay en 
					las agitaciones populares causas lejanas, que las preparan 
					lentamente, por leyes sociológicas, también se observa 
					causas inmediatas, que precipitan los sucesos históricos; 
					causas ocasionales que los originan y les dan formas 
					concretas, contornos reales, es decir, causas generadoras 
					del hecho político y social que se desarrolla en el pueblo.
 Aplicando este criterio histórico 
					al origen de la Unión Cívica, diremos que múltiples causas 
					mediatas prepararon el espíritu público para la formación de 
					la liga patriótica que puso fin a un gobierno calamitoso. La 
					supresión del sufragio libre en todo el país; la corrupción 
					administrativa entronizada, el autoritarismo del gobierno de 
					roca; la desaparición del gobierno municipal libre y 
					autonómico; el vejamen que sufrían las provincias; la 
					violación de las garantías constitucionales protectoras de 
					la libertad civil, un exceso de poder concentrado en las 
					manos del Presidente de la República; el sensualismo erigido 
					en sistema administrativo; la crisis económica que empezaba 
					a perturbar los negocios; la dilapidación de la renta 
					pública y el derroche de los dineros bancarios; el régimen 
					de favoritos avaros, que rodeaban al Presidente, explotando 
					cínicamente el país, la absoluta ausencia de frenos eficaces 
					que retuvieran en la órbita de la legalidad a los 
					funcionarios públicos; el grosero cinismo con que se 
					consumaba los atentados más inauditos contra la moral y las 
					leyes sin que sus autores recibieran escarmiento. Todas 
					estas causas de malestar venían preparando desde varios años 
					la opinión pública adversa al gobierno nacional, y cuando un 
					inspirado tuvo la audacia de lanzar el grito de guerra 
					contra las ignominias que nos envilecían, provocando la 
					organización de la resistencia política, esta palabra 
					vibrante, impregnada de justa indignación, fue la causa 
					inmediata que originó la Unión Cívica de la Juventud.
 También concurrieron a fortificar 
					el movimiento juvenil, las reuniones políticas de los 
					prohombres de la oposición en casa del doctor Del Valle, y 
					la fiesta patriótica que en honor del general Frías celebró 
					el club de Gimnasia y Esgrima. Pero conviene fijar con 
					exactitud la influencia que tuvieron ellas en la 
					organización de la liga patriótica de los jóvenes 
					independientes.
 En las reuniones del doctor Del 
					Valle, donde yo asistía con asiduidad, se hablaba de 
					política; de los acontecimientos ocurridos en la semana, del 
					estado general del país, de los abusos gubernativos y de los 
					destinos de la República, bajo un gobierno tan opresor como 
					sensual. Se ilustraba muchos otros temas de historia, 
					literatura, bellas artes, etcétera, pasándose las horas 
					insensiblemente, sin abordar ningún proyecto de organización 
					política práctica de las fuerzas opositoras, aunque 
					agrandados los circunstantes por aquellas tertulias de 
					hombres cultísimos. A pesar de esto, las reuniones en casa 
					del Dr. Del Valle tuvieron la gran importancia de aproximar 
					a todos los hombres expectables de la oposición, uniéndolos, 
					aunque más no fuera por el vínculo de la crítica acerba al 
					régimen imperante , que todos la formulaban sin ambages, 
					casi con indignación despreciativa de los mercaderes 
					entronizados. Estos prohombres influyentes de la oposición, 
					salvando las distancias que los dividieran, llegaron a 
					comprender que podrían y debían olvidar todos sus 
					antagonismos tradicionales, para combatir los excesos de un 
					gobierno tiránico y corruptor, que había hecho tabla rasa de 
					nuestras leyes y de la moralidad administrativa; pero no 
					acertaban con la fórmula práctica de coalición, ni mucho 
					menos con la organización de los elementos populares 
					adversos al gobierno que se combatía. Supongo que estas 
					dificultades eran las que obstaculizaban la formación de un 
					comité, y hasta el hablarse de política práctica que los 
					condujera a una fusión tan esperada por el pueblo como 
					reclamada imperiosamente por la opinión nacional. El 
					resultado es que la aproximación de estos hombres en las 
					reuniones del doctor Del Valle facilitó el movimiento de la 
					juventud independiente, prestigiándolo todos ellos con 
					entusiasmo y decisión, dándole resonancia nacional y 
					ofreciendo su valioso concurso para la lucha sin tregua que 
					iniciábamos contra el gobierno del doctor Juárez Celman. 
					Pero la Unión Cívica de la Juventud no fue su obra; ni 
					siquiera tomamos su consejo para proceder; los invitamos 
					para que presenciaran un movimiento político decretado por 
					la juventud, con un programa hecho por ella, para organizar 
					el país con arreglo a esas bases nuevas. Si insisto en esto, 
					no es por vanagloria, sino para sentar claramente que la 
					unión de los jóvenes independientes no fue hecha por los 
					prohombres expectables de la oposición. Era algo nuevo, 
					creado por la juventud.
 La fiesta patriótica organizada 
					por el Club de Gimnasia y Esgrima en honor del general Frías 
					el 9 de julio de1889, levantó el espíritu del mercantilismo 
					político en que vivíamos, recordando que sobre las miserias 
					de la época y de los gobernantes endiosados por la 
					adulación, debíamos reverenciar a los próceres de la 
					independencia, modelos de virtud, abnegación y desinterés. 
					La procesión por las calles en homenaje al general Frías, 
					fue una protesta indirecta contra el bizantinismo reinante, 
					acentuada a su término cuanto se transformó en una 
					manifestación al general Mitre, que se había convertido en 
					la “bete noire” del juarismo. Pero con todo esto, la fiesta 
					en honor del general Frías fue una fiesta popular, sin 
					distinción de colores políticos, concurriendo muchos 
					juaristas, y en la cual hizo acto de presencia el mismo 
					Juárez, invitado especialmente al acto. No se tuvo el 
					propósito directo de hacer una procesión cívica contra los 
					abusos de la época, ni contra los gobernantes corrompidos, 
					ni mucho menos se pensó en organizar un club político para 
					combatir el gobierno de Juárez. Pero, repito, 
					indirectamente, contribuyó a preparar el espíritu público 
					para la gran campaña regeneradora que pronto debía 
					iniciarse.
 Historiados a grandes rasgos los 
					antecedentes que prepararon el espíritu público y la causa 
					original de la Unión Cívica de la Juventud, veamos cuáles 
					fueron sus primeras jornadas, sus triunfos y su poder 
					actual, transformada en Unión Cívica Nacional, para inducir 
					sus futuros destinos.
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