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Las instituciones libres de la
Nación fueron cínicamente conculcadas por el gobierno
dictatorial del general Julio A. Roca, para entronizar en el
mando a su concuñado Dr. Miguel Juárez Celman, que, aparte
de su notoria insignificancia como hombre de Estado, había
ya revelado en el gobierno de Córdoba todos los instintos
perversos que desarrolló en grande escala más tarde desde el
sillón de Rivadavia.
El pueblo de la República tuvo el
presentimiento de los males que iban a desencadenarse sobre
el organismo nacional a causa de esta bochornosa imposición
de un candidato inepto, mal inclinado e ignorante, y de un
extremo a otro del territorio, los hombres libres se
pusieron de pie para resistir tamaña vergüenza. Frente al
candidato impuesto por el general Roca, se levantaron las
candidaturas de los doctores Irigoyen, Gorostiaga, y Rocha,
que llegaron a formar tres agrupaciones imponentes; el
doctor Irigoyen contaba con numerosos elementos en la
República; la candidatura del doctor Gorostiaga era
sostenida por los amigos políticos del general Mitre y por
el elemento católico; el doctor Rocha disponía del gobierno
de la provincia de Buenos Aires y sus grandes recursos, y
también de partidarios numerosos que, bajo su dirección
resistían en las provincias la candidatura de Juárez. Si
estas fracciones se hubieran unido oportunamente, habrían
salvado al país de los estragos del fin del gobierno de Roca
y del vandalismo del unicato, pero combatieron separados la
imposición, uniéronse para no hacer nada cuando era ya
tarde, y así el presidente Roca pudo consumar impunemente el
atentado liberticida, sin más represión que una herida leve
en la frente, producida por la mano vengadora de un
epiléptico, hijo de una provincia oprimida con todo
ensañamiento.
¿Porqué el general Roca impuso la
candidatura de su pariente adornado de cualidades negativas
y de inclinación malvadas?. Nadie niega al ex presidente
Roca inteligencia suspicaz, y el conocimiento de los
hombres, especialmente de sus malas pasiones, de sus
ambiciones, del lado débil por el cual pueda catequizarlos.
Todos conocen al imitador y admirador de Augusto, al
discípulo de Maquiavelo, como un político astuto, sin
escrúpulos, inclinado a los malos procedimientos
gubernativos, en vez de la honestidad del mando; que tiene
de los hombres la idea pesimista de que son moralmente
corrompidos, y del hombre de estado el concepto de que es
grande el que oprime y explota los pueblos con mayor suma de
habilidad, cinismo y provecho, que habla mucho de
patriotismo, de libertad y de moral, con la convicción de
que esas piedras angulares de las sociedades civilizadas son
instrumentos admirables para engañar a los cándidos,
encadenar a los pueblos y explotarlos a mansalva; que los
patricios ilustres y las cabezas dirigentes de las
muchedumbres, son ambiciosos infatuados, cubiertos con la
careta de a hipocresía, aptos para servir y secundar los
planes tenebrosos de un hábil político, con sólo atraerlos
por el lado de la ambición, mostrándoles un éxito
deslumbrante. Todos conocen estos perfiles salientes del
político taciturno, pero pocos se dan cuenta de por qué
impuso la candidatura de Juárez. Poco trabajo debiera costar
la solución de este problema, sin embargo, con sólo examinar
las cualidades descollantes del general Roca, y con un breve
examen del fin de su período gubernativo. Convenía al ex
presidente Roca encubrir los atentados de su administración
y asegurarse la reelección gubernativa. Para esto buscó a
Juárez e impuso su candidatura.
Contemplemos los estragos del
azote que impuso a la República el general Roca. Durante los
cuatro años que gobernó Juárez, todos aquellos vicios del
gobierno nacional anterior fueron multiplicados y extendidos
de una manera pasmosa y brutal a toda la Nación, cada
provincia fue una factoría, y cada oficina pública un puesto
de mercado; desaparecieron las leyes que habían salvado del
gobierno de Roca; se suprimió radicalmente el sufragio libre
en todo el país, el régimen municipal, las autonomías
provinciales; se fomentó la desatinada especulación; con las
explotaciones bancarias y las emisiones clandestinas, se
precipitó la ruina económica del país; se confundió el
tesoro público con el patrimonio de los administradores, en
fin, la República fue aterrorizada por las escenas de sangre
de Tucumán, mareada con un falso engrandecimiento material,
oprimida y esquilmada con los mil atentados del gobierno más
corrompido y corruptor que haya tenido la nación Argentina.
Al terminar esta época sombría, cuando la corte fenicia que
gobernaba la conducta del presidente creyó oportuno dar
apariencias de popularidad a una candidatura vergonzante, se
tuvo la osadía de regimentar la juventud bajo la jefatura
incondicional y desdorosa del Dr. Juárez Celman. Todos
recordarán la forma práctica que se dio a esta fiesta
bizantina. Fue un banquete, donde se abdicó el civismo en
manos de un hombre celebrado bajo los auspicios del retrato
del Presidente, recibiendo éste, al fin, de cuerpo presente,
la adhesión incondicional a su política depravada y a su
administración corrompida, de todos aquellos jóvenes, hijos
de la patria de Rivadavia y San Martín.
El cuadro desolante que
presentaba nuestro país, el vivo deseo de provocar una
reacción cívica saludable, la justa indignación de ver que
se pretendía complicar a la juventud con el sensualismo del
gobierno de Juárez, y el propósito de impedir que la nueva
generación se contaminara con tanto oprobio, fueron las
causas que me movieron a publicar en La Nación, el mismo día
que se celebraba el banquete llamada incondicional, y bajo
mi firma, un artículo enérgico, pero justiciero, con el
título “¡Tu quoque juventud!” en el cual fustigaba
severamente la conducta política de los jóvenes juaristas.
La prensa oficial desató contra
mí su vocabulario de inepcias y groserías de costumbre, sin
obtener más réplica que mi silencio y menosprecio. Los
jóvenes del festín se sintieron heridos en carne viva, pero
como eran tan levantados y justicieros los ataques de mi
artículo, tragaron sus cóleras sin lamentables extravíos
respecto del autor. Entonces observé que si la verdad dicha
en forma culta es lo que más ofende a la generalidad de los
hombres que obran mal, también es lo que impone más respeto
a la susceptibilidad herida.
El artículo recibió la mejor
acogida del público y de los hombres de espíritu elevado,
recibiendo su autor felicitaciones de numerosas partes. Al
día siguiente de su aparición, el 21 de agosto, hallándome
en mi estudio con el poeta Joaquín Castellanos que había ido
a darme un abrazo por el artículo, llegaron los jóvenes
Modesto Sánchez Viamonte, Carlos Zuberbülher y Carlos F.
Videla, con el propósito de felicitarme por la energía con
que había combatido la adhesión incondicional de los jóvenes
juaristas, y también a comunicarme que ellos y muchos amigos
de la Bolsa querían darme un banquete por mi actitud
política. Yo agradecí con delicadeza a estos amigos el
ofrecimiento que me hicieron, declinando su honor, y les
pedí que en vez de un banquete por mi actitud, hiciéramos
una fiesta de protesta contra el incondicionalismo, y para
provocar la reacción cívica del país. Ellos aceptaron mi
excusación y adhirieron con entusiasmo al plan propuesto,
cambiando luego ideas los cinco amigos nombrados y el doctor
Emilio Gouchón,, sobre la forma y oportunidad de hacer un
“meeting” o banquete de protesta y de civismo, o solamente
una festividad para condensar los elementos independientes y
combatir al gobierno bochornoso de Juárez.
De acuerdo sobre el alcance de la
fiesta cívica que nos proponíamos realizar, resolvimos
entonces invitar cada uno a los amigos influyentes que
tuviésemos en las Facultades de la Universidad, Colegio
Nacional y la Bolsa, para una reunión en mi estudio al día
siguiente, a la cual se sometería el plan y la fórmula de
invitación pública. Castellanos quedó retirado
ostensiblemente de este movimiento inicial, aún cuando lo
aplaudía, por sus vinculaciones con la situación provincial
de Buenos Aires, que esperábamos no fuera hostil al
movimiento regenerador, y también porque no tenía mucha fe
en la trascendencia de la agitación juvenil. El poeta quería
empezar por donde terminó en julio la Unión Cívica,
produciendo algo más intenso, aunque de menor extensión.
Pero nos veíamos frecuentemente, siempre me estimulaba, y
fue de los primero concurrentes al “meeting” del 1º de
setiembre. Días antes del 13 de abril, abrazó con
entusiasmos la causa de la Unión Cívica, poniendo al
servicio de la campaña reaccionaria, toda su actividad y su
talento.
El día 22 de agosto concurrieron
a la reunión como treinta jóvenes estudiantes de medicina,
de derecho, de ingeniería, del Colegio Nacional, corredores
de Bolsa y algunos abogados y médicos. No sé si me es infiel
la memoria, pero recuero a Sánchez Viamonte, Videla,
Zuberbülher, Gouchón, Marcelo Alvear, Montes de Oca (Manuel
Augusto), los Torino (Damián y Martín), Haynard, Gache,
Mujica,Gallardo, Le Bretón, Elizalde, Gorostiaga, Lupo,
Escobar, Eguzquiza, Sagastume, De la Serna, Frías,
Senillosa, Ibarguren, Arévalo, Rodolfo Solveyra, Alberto
López. En esta reunión, más que aprobada sin discusión, fue
aclamada la idea de protestar contra el incondicionalismo y
de provocar el despertamiento de la vida cívica. En la misma
o en la siguiente, se resolvió que en vez de banquete se
celebrar un “meeting” de la juventud independiente, “para
proclamar con firmeza la resolución de los jóvenes de
ejercitar los derechos políticos del ciudadano, animados de
grandes ideales, con entera independencia de las autoridades
constituidas, y para provocar el despertamiento de la vida
cívica nacional”, según los términos breves y expresivos de
la invitación .Primero invitamos a los jóvenes
independientes a que se adhirieran a la idea de celebrar un
“meeting” con el propósito indicado, y luego, cuando
contamos con cuatrocientas o quinientas adhesiones,
invitamos al “meeting” que debía celebrarse el 1º de
setiembre de 1.889.
Desde entonces las reuniones
fueron diarias hasta la víspera del “meeting” concurriendo
cada día nuevos jóvenes, como el Dr. Enrique S. Pérez, Dr.
Juan B. Justo, Dr. Davison, Dr. Enrique Figueroa, Ismael
Piñero, Dr. Daniel S. Tedin, Ingeniero Candioti, Dr. Molina,
Estrada (J.M.), Beccar Varela, Julio Moreno y otros más
cuyos nombres no recuerdo. Las listas de adhesiones
aumentaba cada día, apareciendo la invitación al “meeting”
en los dos últimos días con más de mil firmas de jóvenes,
estudiantes, del comercio, abogados, médicos, ingenieros,
etc. de las principales familias de Buenos Aires y de las
provincias. Con cinco días de anticipación al “meeting”
fueron designados A.A. Montes de Oca, Damián Torino y el que
escribe para que hablaran en la reunión pública. Varangot
también fue designado orador, pero no puedo preparar su
discurso por causas ajenas a su voluntad.
Nos fue difícil encontrar local
para celebrar el “meeting”, pues los gubernistas amenazaban
a los empresarios de teatros con multas, serios perjuicios y
todo género de persecuciones, si alquilaban local para el
fin indicado. Sucedió dos veces que contratamos un teatro y
al día siguiente el empresario declaraba que rescindía el
convenio, y que por ningún dinero lo alquilaría. Cito este
detalle para que se vea hasta que extremo faltaban las
garantías en el país bajo el gobierno de Juárez: los
administradores de sitios públicos temían algún atropello, o
las persecuciones fiscales, si llegaban a permitir una
reunión pública contraria al orden imperante.
La noche antes del “meeting” nos
ocupamos de organizar el Comité Directivo que sería sometido
a la aclamación de la asamblea al día siguiente, de aprobar
las bases del nuevo club político, y de darle un nombre
apropiado. Se nombró una comisión compuesta de Marcelo T. De
Alvear, Alberto V. López, Emilio Gouchón, M.A. Montes de Oca
y el que escribe, para que expidiera sobre estos puntos en
cuarto intermedio. Gouchón había proyectado ya las bases,
que fueron aceptadas con algunas enmiendas, después de un
breve cambio de ideas, quedando así redactado el decálogo
político de la asociación juvenil, que condensaba las
aspiraciones nacionales de todos los pueblos de la
República. Proyectamos un comité de treinta miembros, que
fue aumentando a cincuenta y tantos en la comisión directiva
provisoria. Después de proponer muchos nombres para el club,
como Liga Patriótica, Asociación Cívica, Liga Nacional,
Asociación Patriótica, Unión Nacional, etc. nos pusimos de
acuerdo en que se llamara “Unión Cívica de la Juventud”,
comprendiendo que era largo, pero como creíamos que el
movimiento político se extendía a toda la República,
calculando que más tarde se llamara Unión Cívica, como en
efecto sucedió. A este nombre lo encontramos eufónico y
expresivo de las tendencias de la coalición política que
fundábamos. Nos expedimos en poco más de media hora, siendo
aprobado enseguida nuestro dictamen por la comisión
provisoria que organizaba el “meeting”.
Nadie faltaba a las reuniones;
todos trabajamos con entusiasmo y actividad, creyendo que
aquel movimiento juvenil generaría algo grande para la
patria. Discutimos si la reunión se celebraría en recinto
cerrado o en una plaza pública; si los concurrentes irían
con tarjeta o si debía invitarse a la juventud en general,
si se disolvería la reunión en el sitio del “meeting”, o si
convenía pasear la procesión cívica por las calles; que
medidas de defensa tomaríamos para rechazar cualquier ataque
que nos llevaran los incondicionales, según nos lo hacían
presumir diversos rumores. Todas estas cuestiones fueron
resueltas bajo la base de ejercitar ampliamente los derechos
que nos acordaba la Constitución, sin cuidarnos de las
amenazas que nos llegaban, ni de lo que pudiera venir. Fue
palabra de orden, que cada uno llevara revólver o bastón,
para cualquier evento. Se nombró una comisión compuesta de
Arévalo, Gouchón, Antonio Ibarguren y Ángel Gallardo, para
que invitara especialmente a presenciar el meeting a todos
los hombres expectables de la oposición, asistiendo casi
todos ellos complacidos y entusiasmados también. Desde un
principio veíamos que la Unión Cívica de la Juventud estaba
llamada a crear algo nuevo en nuestra política; que debía
buscar el apoyo de todos los hombres expectables e
influyentes, pero independizándose del pasado, de los viejos
partidos, de sus odios, rencores y ambiciones, en una
palabra, creíamos que había llegado la hora de proclamar un
nuevo credo político de principios, que uniera a todos los
hombres que no se habían contaminado con la corrupción de la
época y desplegar una nueva bandera, que simbolizara unión,
patriotismo, moral y libertad. Así, la Unión Cívica de la
Juventud, en medio de los escándalos bizantinos de la época
de Juárez, trazó con decisión una línea meridiana que
separaba radicalmente nuestro pasado político, de la nueva
vida nacional. Detrás quedaban los partidos tradicionales,
casi disueltos y sin bandera, con los servicios prestado al
país, con sus enconos y con las ambiciones personales de sus
miembros influyentes; quedaba el personalismo
roqui-juarista, que con los desbordes del “imperium y del
unicato”, había conducido al país a la ruina política,
social y económica. Frente a este pasado, se levantaba una
nueva agrupación, con amplísimo programa de principios
salvadores, agitando sobre todas las cabezas la hermosa
bandera de regeneración moral y política de la República,
proclamando con voz tonante la imperiosa necesidad de
restablecer las instituciones libres, y de condenar y
perseguir con viril energía los vergonzosos escándalos de la
época.
Conviene recordar la entusiasta
acogida que recibió de la prensa independiente el movimiento
de la juventud, desde sus primeros pasos. La Nación, El
Diario, La Unión, El Nacional, y hasta La Prensa, saludaron
con palabras de estímulo la campaña juvenil, poniendo sus
columnas al servicio de la nueva causa. Recuerdo que el
doctor don Pedro Goyena fue una tarde a mi estudio a
informarse del plan político que nos proponíamos
desarrollar, concluyendo por ofrecer toda su ayuda para
llevar adelante programa tan simpático. En la Unión del 1º
de setiembre de 1889, hay una notable editorial sobre la
iniciativa de la juventud, escrito por el doctor Goyena,
cuyo artículo está compilado en este libro. Pocas veces la
prensa ha reflejado en sus columnas las aspiraciones
nacionales y la opinión pública con más clarividencia del
futuro que cuando ayudó eficazmente a la organización de la
Unión Cívica de la Juventud. Los diarios independientes de
la Capital, pueden vanagloriarse de esta campaña memorable,
en la cual se condensaron las fuerzas populares que antes de
un año dieron por tierra con el gobierno ignominioso del
doctor Juárez Celman. La prensa independiente ha tenido el
alto honor de contribuir a la organización cívica del país,
y de fustigar con valentía durante los últimos diez años,
con frecuencia sola, todos los abusos y atropellos que se
cometía en cualquier parte. Cuando los partidos, formados
con propósitos electorales, se desbandaban después de una
derrota, dejando libre campo al vencedor, la prensa
independiente era el único órgano de la opinión pública
legítimo y poderoso que controlaba las funciones
gubernativas, condenando los excesos, y muchas veces,
conjurando males de trascendencia. Esta prensa era el
centinela avanzado de los derechos populares, y con
frecuencia su augusto veto contuvo los desmanes
administrativos.
Sabido es que los movimientos
políticos, la organización de los partidos y las
revoluciones de los pueblos, no son hijos del azar, ni
creaciones arbitrarias de la voluntad de un hombre, por más
genio que tenga, esos movimientos colectivos son producidos
por múltiples causas que vienen preparando el espíritu
público desde años antes que los acontecimientos asuman
formas definidas y tangibles, sin que los hombres que los
dirigen se aperciban de aquellos orígenes mediatos, aún
cuando muchas veces los conductores de hombres sean
instrumentos de fuerzas ignoradas. Pero si siempre hay en
las agitaciones populares causas lejanas, que las preparan
lentamente, por leyes sociológicas, también se observa
causas inmediatas, que precipitan los sucesos históricos;
causas ocasionales que los originan y les dan formas
concretas, contornos reales, es decir, causas generadoras
del hecho político y social que se desarrolla en el pueblo.
Aplicando este criterio histórico
al origen de la Unión Cívica, diremos que múltiples causas
mediatas prepararon el espíritu público para la formación de
la liga patriótica que puso fin a un gobierno calamitoso. La
supresión del sufragio libre en todo el país; la corrupción
administrativa entronizada, el autoritarismo del gobierno de
roca; la desaparición del gobierno municipal libre y
autonómico; el vejamen que sufrían las provincias; la
violación de las garantías constitucionales protectoras de
la libertad civil, un exceso de poder concentrado en las
manos del Presidente de la República; el sensualismo erigido
en sistema administrativo; la crisis económica que empezaba
a perturbar los negocios; la dilapidación de la renta
pública y el derroche de los dineros bancarios; el régimen
de favoritos avaros, que rodeaban al Presidente, explotando
cínicamente el país, la absoluta ausencia de frenos eficaces
que retuvieran en la órbita de la legalidad a los
funcionarios públicos; el grosero cinismo con que se
consumaba los atentados más inauditos contra la moral y las
leyes sin que sus autores recibieran escarmiento. Todas
estas causas de malestar venían preparando desde varios años
la opinión pública adversa al gobierno nacional, y cuando un
inspirado tuvo la audacia de lanzar el grito de guerra
contra las ignominias que nos envilecían, provocando la
organización de la resistencia política, esta palabra
vibrante, impregnada de justa indignación, fue la causa
inmediata que originó la Unión Cívica de la Juventud.
También concurrieron a fortificar
el movimiento juvenil, las reuniones políticas de los
prohombres de la oposición en casa del doctor Del Valle, y
la fiesta patriótica que en honor del general Frías celebró
el club de Gimnasia y Esgrima. Pero conviene fijar con
exactitud la influencia que tuvieron ellas en la
organización de la liga patriótica de los jóvenes
independientes.
En las reuniones del doctor Del
Valle, donde yo asistía con asiduidad, se hablaba de
política; de los acontecimientos ocurridos en la semana, del
estado general del país, de los abusos gubernativos y de los
destinos de la República, bajo un gobierno tan opresor como
sensual. Se ilustraba muchos otros temas de historia,
literatura, bellas artes, etcétera, pasándose las horas
insensiblemente, sin abordar ningún proyecto de organización
política práctica de las fuerzas opositoras, aunque
agrandados los circunstantes por aquellas tertulias de
hombres cultísimos. A pesar de esto, las reuniones en casa
del Dr. Del Valle tuvieron la gran importancia de aproximar
a todos los hombres expectables de la oposición, uniéndolos,
aunque más no fuera por el vínculo de la crítica acerba al
régimen imperante , que todos la formulaban sin ambages,
casi con indignación despreciativa de los mercaderes
entronizados. Estos prohombres influyentes de la oposición,
salvando las distancias que los dividieran, llegaron a
comprender que podrían y debían olvidar todos sus
antagonismos tradicionales, para combatir los excesos de un
gobierno tiránico y corruptor, que había hecho tabla rasa de
nuestras leyes y de la moralidad administrativa; pero no
acertaban con la fórmula práctica de coalición, ni mucho
menos con la organización de los elementos populares
adversos al gobierno que se combatía. Supongo que estas
dificultades eran las que obstaculizaban la formación de un
comité, y hasta el hablarse de política práctica que los
condujera a una fusión tan esperada por el pueblo como
reclamada imperiosamente por la opinión nacional. El
resultado es que la aproximación de estos hombres en las
reuniones del doctor Del Valle facilitó el movimiento de la
juventud independiente, prestigiándolo todos ellos con
entusiasmo y decisión, dándole resonancia nacional y
ofreciendo su valioso concurso para la lucha sin tregua que
iniciábamos contra el gobierno del doctor Juárez Celman.
Pero la Unión Cívica de la Juventud no fue su obra; ni
siquiera tomamos su consejo para proceder; los invitamos
para que presenciaran un movimiento político decretado por
la juventud, con un programa hecho por ella, para organizar
el país con arreglo a esas bases nuevas. Si insisto en esto,
no es por vanagloria, sino para sentar claramente que la
unión de los jóvenes independientes no fue hecha por los
prohombres expectables de la oposición. Era algo nuevo,
creado por la juventud.
La fiesta patriótica organizada
por el Club de Gimnasia y Esgrima en honor del general Frías
el 9 de julio de1889, levantó el espíritu del mercantilismo
político en que vivíamos, recordando que sobre las miserias
de la época y de los gobernantes endiosados por la
adulación, debíamos reverenciar a los próceres de la
independencia, modelos de virtud, abnegación y desinterés.
La procesión por las calles en homenaje al general Frías,
fue una protesta indirecta contra el bizantinismo reinante,
acentuada a su término cuanto se transformó en una
manifestación al general Mitre, que se había convertido en
la “bete noire” del juarismo. Pero con todo esto, la fiesta
en honor del general Frías fue una fiesta popular, sin
distinción de colores políticos, concurriendo muchos
juaristas, y en la cual hizo acto de presencia el mismo
Juárez, invitado especialmente al acto. No se tuvo el
propósito directo de hacer una procesión cívica contra los
abusos de la época, ni contra los gobernantes corrompidos,
ni mucho menos se pensó en organizar un club político para
combatir el gobierno de Juárez. Pero, repito,
indirectamente, contribuyó a preparar el espíritu público
para la gran campaña regeneradora que pronto debía
iniciarse.
Historiados a grandes rasgos los
antecedentes que prepararon el espíritu público y la causa
original de la Unión Cívica de la Juventud, veamos cuáles
fueron sus primeras jornadas, sus triunfos y su poder
actual, transformada en Unión Cívica Nacional, para inducir
sus futuros destinos.
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