Al pueblo de la Nación Argentina
La Unión Cívica Radical Intransigente cierra hoy su campaña
electoral. Nuestras tribunas se han alzado siempre en la plaza
pública y hubiéramos querido realizar este último mensaje allí,
en medio de las multitudes fervorosas que nos han acompañado por
toda la República. Pero hemos sacrificado esta norma y esta
emoción en homenaje a la pacificación en la que nos hallamos
empeñados. Sabemos que elementos del continuismo, que ya se
saben derrotados, intentan crear un clima de violencia mediante
actos de provocación y perturbación.
No queremos que se derrame más sangre de argentinos y hemos
preferido reducir las proporciones de esta asamblea ciudadana.
No queremos dar pretexto a quienes no vacilan en apelar a
cualquier recurso, para impedir un triunfo que ya está flotando
en el aire de la patria, antes de materializarse en las urnas:
el triunfo total de la Unión Cívica Radical Intransigente.
Servimos a una idea nacional
Hemos realizado una campaña de ideas, en torno a un progreso de
realizaciones concretas y soluciones efectivas. Ese programa se
ha convertido en una convocatoria nacional. Ya no es la
plataforma de un partido: es un programa de un pueblo en marcha.
Ello significa que hemos interpretado fielmente el mandato de
los fundadores de la Unión Cívica Radical, que es también el
mandato de los fundadores de la nacionalidad.
Representamos en esta hora la gran tradición de la Argentina, el
ideal nacional y popular de Yrigoyen.
Por eso están a nuestro lado como imagen física de ese
cumplimiento, los hijos de Yrigoyen. Está don Francisco Ratto,
que peleó en el '90 y que a los 85 años mantiene en alto la
bandera de sus ideales de la Argentina de siempre. Está con sus
87 años don Carlos J. Rodríguez, ministro de Agricultura y
compañero de todas las luchas de Hipólito Yrigoyen.
Recuerdo también a los grandes correligionarios caídos. A Luis
Dellepiane. A Moisés Lebensohn. Ellos están también entre
nosotros, con su verbo cálido y su corazón que les estallaba en
el pecho de amor al pueblo y a la patria argentina.
Me vuelvo ahora hacia ustedes, los hombres maduros y jóvenes del
radicalismo intransigente, en esta gloriosa casa donde un día
plantamos la bandera del reencuentro del radicalismo con el
pueblo.
Esa bandera flamea. Estamos a su lado…
No nos hemos separado de ello. Esa bandera quedará flameando en
esta casa después del triunfo. Cuando entremos con Alejandro
Gómez a la Casa de Gobierno, empuñaremos la bandera nacional.
Los partidos políticos dirimirán en la calle el combate de las
ideas, pero la Casa Rosada será la casa de todos los argentinos.
Hace treinta años que estoy en la Unión Cívica Radical, treinta
años de lucha. Los radicales hemos cometido muchos errores, pero
ahora estamos seguros, con la seguridad de que hemos retomado
elviejo camino argentino. Es un camino que el radicalismo no
creó: viene desde el fondo de la historia y proseguirá después
de nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos.
Hombres equivocados o interesados apartaron alguna vez al
radicalismo de ese camino y el pueblo lo abandonó. Aquí, desde
esta misma casa, sellamos un día el retorno del partido a su
viejo cauce y ahora celebramos, gozosos, el reencuentro del
radicalismo con el pueblo. Traemos las viejas y queridas
banderas, las empuñamos con manos limpias y nuevas. Nos han
reconocido en la multitud y nos han puesto otra vez al frente.
Es el pueblo argentino que se vuelve a reunir y que reemprende
su marcha hacia el futuro.
Somos radicales intransigentes, pero servimos a una idea
nacional. Más que nunca en estos momentos somos los instrumentos
de una voluntad nacional. Fuera de esta casa, bulle una multitud
donde se confunden las creencias, donde no hay insignias ni
divisas partidarias. Como una inmensa bandera flamea sobre la
República la corriente incontenible de los hombres y las mujeres
que buscan una salida, y que han encontrado un camino.
Para ellos no hay pasado. Están lanzados hacia el futuro.
Quieren salir de este presente angustioso. Desde esta casa donde
rescatamos al radicalismo, lo entregamos hoy, lo devolvemos hoy,
a ese pueblo, para que haga suya esta oportunidad.
Enfrentamiento histórico
El enfrentamiento que el país va a decidir el domingo es de
todas las horas cruciales de la nacionalidad. De un lado, el
pueblo que busca en la tradición argentina el rumbo de su
destino y quiere que este sea como el árbol, hijo de la raíz.
Del otro lado, las minorías que han estado siempre disociadas de
lo nacional y lo popular. Por eso es fácil ver cuál será el
resultado del comicio, que ha sido siempre igual, cada vez que
le fue dado al pueblo decidir por sí mismo.
En el seno de la Unión Cívica Radical esta misma alternativa se
ha manifestado también en todas las crisis del país. La
segregación producida hace un año, una vez proclamadas nuestras
candidaturas, es la repetición de otras crisis iguales que han
ofrendado, dentro de lo partidario, las dos corrientes que ahora
se encontrarán en este comicio. La lucha que se avecina no es,
como se pretende, un desdoblamiento de un mismo partido, como un
movimiento de tenazas en que la alternativa es siempre la misma.
La segregación operada en el radicalismo y el alzamiento
promovido desde afuera, contra sus direcciones, es obra de las
fuerzas antinacionales que quisieron invalidar a la Unión Cívica
Radical como instrumento del pueblo, después de haber cerrado
los otros caminos por las inhabilitaciones y la exclusión.
Nada tenemos de común con los que se han ido, porque los que se
han ido lo han hecho definitivamente, abandonado la causa de la
Nación. Se han ido seducidos por las tentaciones del poder, como
se fueron otros antes, para siempre, y ya no tienen nada de
común con nosotros ni lo podrán tener.
No es el agregado de una palabra al nombre del partido, ni
rivalidades de nombres lo que nos separa. Hoy como ayer, ahora
como cuando el contubernio, la segregación es índice de un
desacuerdo total en cuanto a la interpretación del pasado, a la
conducta urgente y a las futuras soluciones del país. Y esta
segregación se hace más profunda. A medida que ellos reciben, de
más en más, el aporte de las tendencias antinacionales y
antipopulares, abandonan la lucha de la emancipación económica y
el progreso social de la Argentina para ponerse al servicio de
los intereses que representan el atraso económico-social y la
afirmación de formas de cultura que nada tienen en común con
nuestro pueblo.
Son las mismas fuerzas que durante casi un siglo impidieron que
el pueblo se gobernara a sí mismo. Son las que trataron de
evitar que Yrigoyen llegara al poder. Las que cuando llegó,
trataron de que no gobernara. Para preparar su caída, dividieron
al radicalismo y fueron al comicio en 1928 con una fórmula de
exradicales.
Volcaron allí el peso de los grandes intereses, de los
monopolios y de la prensa. El pueblo las derrotó.
Ahora utilizan recursos más refinados. Apelan a la confusión y a
la guerra psicológica. Volverán a ser derrotadas. Esos intentos
se quiebran contra la decisión popular, pero se quiebran también
contra la firme decisión de las Fuerzas Armadas, que acaban de
afirmar que “tan pronto se conozca el resultado de las
elecciones, la Revolución se convertirá en custodio del
triunfador hasta la entrega del poder el 1º de mayo”.
Quienes pretenden confundir a la ciudadanía con el argumento de
que si triunfa la Unión Cívica Radical Intransigente, no se
entregará el gobierno o habrá una revolución, olvidan que está
de por medio el cumplimiento de una palabra de honor empeñada
por las Fuerzas Armadas de la Nación.
Basta de revanchas
La única garantía cierta de paz, normalidad y tranquilidad en el
país es el triunfo de la Unión Cívica Radical Intransigente.
De lo contrario, prevalecerá el espíritu de revancha que, como
una fiebre maligna, tiene paralizados los miembros del país y
lanzados a unos argentinos contra otros. Revancha significa
odio. Odio significa terrorismo y represión.
En ese clima, el país no puede progresar. No hay seguridad, no
hay estabilidad, no hay normalidad.
La revancha es la antesala de la entrega. Para quienes alberguen
alguna duda, está el testimonio ofrecido por un embajador,
afiliado conspicuo del partido oficialista, que propugna planes
petroleros dictados desde el exterior. Allí están, como
testimonios irrefutables las inhabilitaciones, los decretos
represivos, las huelgas prohibidas, las intervenciones a los
gremios a mano armada. Son todas medidas toleradas por un
partido que pretende llamarse radical y que utiliza la fuerza
del poder público para alcanzar un gobierno que nunca podrán
darle las urnas.
El voto positivo de grandes sectores populares es una
contribución efectiva a la causa de la pacificación y la
democracia. Sin embargo, se están utilizando todos los
procedimientos para entorpecer la incorporación de las mayorías
argentinas al proceso democrático.
Para ello los sectores oficialistas incitan a votar en blanco
empleando toda clase de recursos: órdenes del exterior
fraguadas, falsificadas y radios supuestamente clandestinas como
lo que se está preparando en Mendoza. Se envían camiones del
Gobierno para distribuir volantes apócrifos, y aviones oficiales
transportan panfletos al interior. Esta mañana, gente del
oficialismo ha lanzado volantes en el centro de Buenos Aires,
con impunidad completa, que anunciaban supuestas transmisiones
radiofónicas desde el exterior.
Como confirmación de cuanto venimos diciendo, la policía de la
provincia de Buenos Aires ha detenido ayer, en una acción que
debo reconocer como ejemplar, a tres funcionarios de la
intervención oficial en la cgt: el interventor en el Sindicato
Metalúrgico de Rosario, señor Ricardo Romero, y dos de sus
colaboradores inmediatos, quienes tenían en su poder 70.000
volantes que transcribían una falsa orden a favor del voto en
blanco. Dichos funcionarios declararon que estos volantes les
fueron entregados por personas vinculadas al Servicio de
Informaciones del Estado y que se movían de acuerdo con
instrucciones de dirigentes del partido oficialista de una
localidad vecina a la Capital. Declararon también que esa
actividad en que fueron sorprendidos formaba parte de un plan
destinado a que haya muchos votos en blanco y proporcionaron
nombres de los funcionarios continuistas que los dirigían.
Invito al Gobierno de la Nación a convocar a una reunión de
periodistas y representantes de partidos políticos para examinar
ese expediente.
Es lamentable que, a esta altura de los tiempos, nuestro país
tenga que presenciar semejantes manifestaciones de fraude e
incultura cívica, consumados a espaldas de las Fuerzas Armadas y
de los hombres más responsables del propio Gobierno, que han
prometido su palabra de devolver al país el goce pleno de las
instituciones y de la moralidad republicana.
Pacto con el pueblo
Les hablo como candidato presidencial de la Unión Cívica Radical
Intransigente, como depositario de un programa de realizaciones
concretas, que el partido nos ha entregado, a Alejandro Gómez y
a mí, como un mandato irrenunciable. Ese programa es, por virtud
de la respuesta popular a nuestra convocatoria, un pacto con el
pueblo y un compromiso ante la historia. Nuestro único pacto y
nuestro único compromiso. Es inútil que se echen a rodar las
versiones más inverosímiles, que se fragüen entrevistas
inexistentes, y que se amenace con denuncias aplastantes. No hay
pactos secretos, no hay alianzas electorales, no hay ningún
compromiso que no sea el que hemos contraído
públicamente ante el pueblo argentino. Es el compromiso de
sostener junto a todos los argentinos y con nuestras propias
manos, las banderas de la pacificación nacional, de la igualdad
política, del desarrollo económico y del progreso social del
país, sin preguntar a nadie su militancia partidaria, porque
estamos convencidos, como Yrigoyen, de que el futuro de la
Nación no puede ser monopolio de un partido o de una clase
social, sino obra de la nativa solidaridad creadora y fruto del
esfuerzo de todos los argentinos unidos en un común anhelo de
superación colectiva.
Todo lo que es auténticamente popular, lo que representa la
tradición de la nacionalidad y sus esperanzas, nos acompaña
desde fuera de los cuadros partidarios en un gran movimiento de
opinión, en el que caben todos aquellos que, por encima de los
desacuerdos políticos, estén acordes con la necesidad de
realizar una nación soberana que supere las trabas impuestas
desde afuera. Una nación que construya una economía propia y
próspera, con una sociedad que encuentre en esa economía propia
y próspera la posibilidad de destruir las injusticias sociales,
dando al trabajo organizado el papel decisivo que le
corresponde.
Paz, seguridad y estabilidad
El primer deber que nos impone ese programa es lograr la
pacificación y la normalidad del país. Queremos terminar con la
sucesión de revanchas y contrarevanchas, en que cada uno siembre
la semilla de la otra. Queremos extirpar ese odio que esteriliza
a la República. Sancionaremos una amplia y generosa amnistía,
aboliremos toda la legislación represiva, desde la Ley de
Residencia hasta los decretos que prohíben las huelgas bajo el
pretexto de reglamentarla. Aboliremos el Decreto 4161 y los
organismos que reprimen el derecho de opinión y restableceremos
los derechos políticos de todos los argentinos. La reparación
debe alcanzar a todos. Los gobiernos tienen que dejar de
erigirse en jueces de las ideas de los ciudadanos. Tenemos que
dejar de hurgar en el pasado
las culpas que otros gobiernos pueden haber cometido y
consagrarnos a echar las bases espirituales y materiales de una
nación con un pueblo que no tema al gobierno y un gobierno que
no tema al futuro.
El reencuentro argentino exige que se establezcan, de inmediato,
las condiciones de una convivencia pacífica.
No habrá paz mientras haya revancha, ni habrá normalidad
mientras haya represión. Es urgente e indispensable llevar
tranquilidad al campo del trabajo, para lo cual deben de ser
satisfechas las tres exigencias básicas de los trabajadores:
mejoramiento de los salarios, devolución de las organizaciones
sindicales ocupadas, empezando por la cgt y libre ejercicio del
derecho de huelga.
Asumo el solemne compromiso de empeñar todos mis esfuerzos,
apenas se conozca nuestro triunfo, para lograr que esas
legítimas reclamaciones sean satisfechas. Trataré de que el
nuevo período constitucional se inicie bajo el signo del trabajo
fecundo; así podremos empezar a cumplir nuestro compromiso ante
el pueblo el mismo día que asumamos el poder.
Junto con las bases de una convivencia civilizada, necesitamos
establecer un clima de completa seguridad. Queremos terminar con
el odio y la revancha, pero queremos también que desaparezcan el
miedo y la intranquilidad. Habrá que establecer garantías
jurídicas, políticas, económicas y sociales permanentes, para
que los argentinos se sientan seguros en su hogar y en su
trabajo. Para que los hombres de empresa sientan seguras sus
inversiones. Para que todos sientan seguridad ante el futuro.
Seguridad significa también libertad: libertad para expresarse
sin trabas, libertad para militar en cualquier partido político,
cualquiera sea la función que se desempeñe; libertad para
trabajar, para producir, para crear.
El país necesita también estabilidad, tenemos que terminar con
los planes que no se cumplen, con las obras que no se terminan,
con los proyectos que quedan en el papel. No iniciaremos ninguna
obra que no podamos concluir. No trazaremos planes que no se
puedan cumplir. Queremos terminar con la fiebre de las piedras
fundamentales y abrir un período de trabajo fecundo y
silencioso, sin otros estrépitos que los que produce una obra en
construcción.
Bienestar para todos
La tranquilidad, la seguridad y la estabilidad no serán fecundas
si, al mismo tiempos, no se crean las condiciones económicas
concretas para que todo el pueblo goce de la libertad de la
justicia y de la prosperidad. Aseguraremos las condiciones que
hagan posible un nivel espiritual y material cada vez más alto,
el acceso a la vivienda, el acceso a la cultura, la protección
de la salud, la seguridad para el futuro. Al hombre de campo le
decimos que aseguraremos el acceso a la tierra para quien quiera
trabajarla; estabilidad, sin temor a desalojos ni injustas
condiciones de pago y precios remuneradores, que le permitan
gozar de altos niveles de vida. Estas garantías serán
establecidas y serán preservadas por el gobierno, pero deberán
ser defendidas también por los propios trabajadores y
productores, a través de sus organizaciones gremiales y
sindicales. El pueblo conoce perfectamente nuestra posición
favorable a la existencia de una sola central obrera. A los
obreros y empleados les ratificamos que el radicalismo
intransigente empeñará todo su esfuerzo para que se pueda
cumplir ese anhelo de los trabajadores. No facilitaremos ninguna
maniobra divisionista ni nos prestaremos a debilitar la fuerza
del trabajo organizado. El país necesita que haya una poderosa
central obrera y el gobierno le facilitará los medios para que
pueda mantenerse y cumplir su función y su gravitación decisiva
en el proceso nacional. La central obrera podrá tener su diario,
su radio y su propio canal de televisión. Pondremos en el
Ministerio de Trabajo a un trabajador y nos reuniremos con los
representantes de la central obrera y de la central empresaria,
para discutir y elaborar los programas del desarrollo nacional.
Transformación e integración económicas
Impulsar el desarrollo económico del país será nuestra
preocupación fundamental. Si no hay riqueza común es inútil que
tratemos de elevar el nivel de vida individual. Estaremos
siempre disputando los migajas de una mesa pobre o de un festín
ajeno, en lugar de distribuir el fruto opulento y pródigo del
esfuerzo nacional. Es innecesario insistir hoy en los puntos
básicos del programa económico de la Unión Cívica Radical
Intransigente. Lo hemos colocado como todo el resto bajo el
signo de la integración nacional. Ello significa que veremos
crecer orgánicamente al país, con el esfuerzo conjunto y
complementario de un campo próspero, una minería intensiva y una
industria pujante.
Emprenderemos la transformación social y económica del campo, en
su triple condición, proveedor de alimentos para la población,
de materias primas para la industria y de divisas para el país.
Pero también como escenario y prueba de la vida humana, la
tierra argentina deberá producir todo lo que sea capaz de dar,
sin atarnos a los moldes dictados por una estructura económica
puesta al servicio de un solo consumidor extranjero. También los
dueños de la tierra tendrán que producir. El que no trabaja su
tierra deberá dejarla, para que ocupe su sitio el trabajador que
quiera afincarse, tener sus hijos, con parejo amor. Libraremos
de cargas y gravámenes al hombre que quiera producir, pero
exigiendo también que el trabajador rural goce de todos los
derechos y los bienes de una vida digna y sin privaciones.
Queremos que la riqueza sea para todos y el bienestar para
todos, para poder también exigir el sacrificio de todos cuando
la patria afronta horas críticas en su riqueza y bienestar.
Bases del desarrollo industrial
Impulsaremos firmemente la industria nacional, en todos sus
aspectos. Arrancaremos del país las políticas reaccionarias que
intentan frenar nuestro desarrollo fabril, porque la industria
es garantía de progreso social y soberanía nacional.
Devolveremos al crédito su función promotora. Ampararemos las
fábricas de la competencia desleal del extranjero. Las nuevas
fábricas deberán levantarse en el interior. Para ello,
instalaremos nuevas fuentes de energía barata y abundante,
aprovechando los saltos de agua, estableceremos franquicias
impositivas y daremos apoyo financiero a las actividades útiles
al país.
Esta política de enérgico desarrollo industrial no es una
quimera. Es una posibilidad concreta que la Argentina pudo
realizar hace tiempo si no se hubieran interpuesto los factores
retardatorios desatados por una visión miope o institucional del
país. Esa posibilidad se asienta sobre el triple fundamento del
comercio exterior, del petróleo y de la siderurgia, encarados
con criterio nacional y puestos al servicio del progreso de la
República.
Nuestro comercio exterior será totalmente reestructurado, para
que rinda todas sus posibilidades. Dejaremos de vender una gama
limitada de productos a un sector limitado de compradores.
Comerciaremos con todo el mundo y venderemos todo lo que podamos
vender a los mejores precios que podamos obtener. Es verdad que
nuestra mayor fuente de recursos sigue siendo la producción
agropecuaria, pero el mundo necesita muchas más cosas que carne
y trigo. Podemos vender fruta y productos de granja. Podemos
exportar manufacturas. Nuestra industria siderúrgica liviana
está considerada entre las mejores del mundo y hay un amplio
mercado latinoamericano para recibirla. Exportaremos los
productos de nuestra industria de la alimentación, que ha
alcanzado altos niveles de calidad. Exportaremos la producción
elaborada en nuestro país, de nuestras fabulosas plataformas
submarinas, que tiene compradores hasta en los Estados Unidos.
Vamos a romper las ataduras tradicionales que han querido hacer
de la Argentina un apéndice de países imperialistas y vamos a
entrar a competir en el mercado mundial, como una nación que ha
cobrado la estatura de un país industrial del siglo xx.
Es inútil que hable aquí, en esta casa del petróleo argentino.
Para nosotros, el petróleo tiene un solo nombre, el nombre que
tuvo para Hipólito Yrigoyen y para el general Mosconi: se llama
Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Lo defenderemos y lo
engrandeceremos como lo que es: un pedazo de patria soberana
como una garantía de progreso y libertad.
Tenemos petróleo, sabemos dónde está y lo vamos a extraer para
ahorrar los millones que necesitamos para impulsar la industria.
Para lograrlo no hace falta mucho, hay que emprender las obras
que están proyectadas hace veinte años y terminarlas en el menor
plazo posible. Eso lo podremos hacer, porque los argentinos
somos tan capaces, tan inteligentes, tan audaces y tan
emprendedores como otros pueblos que lo hicieron en sus propios
países. Lo único que nos falta es cambiar una mentalidad
paralizante que todavía está infiltrada en la República. Pero de
eso se encargará el domingo el pueblo argentino, que la barrerá
a votos en los cuatro confines de la República.
He dicho que el tercer pilar de nuestra emancipación económica
es la siderurgia, que tiene un solo nombre: plan siderúrgico del
general Savio; sin industria pesada no hay industria nacional.
Que no se diga que nos falta mineral de hierro o carbón. En
primer lugar, lo tenemos. En segundo lugar, los grandes emporios
industriales del mundo también trabajan con materiales
importados. Con la diferencia de que nosotros podemos traerlo de
los países hermanos de América latina, a cambio de los alimentos
y los artículos manufacturados que producimos en cantidad. La
siderurgia nacional es otra realidad postergada, que se hará
efectiva por la decisión popular a partir del 1ºde mayo de 1958.
Estímulo a la iniciativa individual
Para que la Argentina pueda alcanzar los niveles de producción
que corresponden a esta etapa histórica, será indispensable,
también, promover el progreso científico y técnico. Faltan
todavía en el país las condiciones favorables para alcanzar ese
progreso. Tenemos hombres y mujeres de gran capacidad, que deben
alejarse de su patria por falta de estímulo o de medios para la
investigación o la docencia. Nuestros técnicos son solicitados
en muchas partes del mundo y muchos ocupan ya posiciones
destacadas en organismos internacionales. Pero los necesitamos
acá, para que nos ayuden a construir este país. Hemos preparado
un plan de reactivación científica y técnica que nos proponemos
llevar a la práctica inmediatamente y que movilizará todos los
recursos y todas las inteligencias de que el país dispone en
este aspecto. El motor que impulsará este desarrollo, que quiere
hacer adelantar a la Argentina cincuenta años en los próximos
seis será la iniciativa individual de los argentinos. El Estado
cumplirá su función promotora y creará las condiciones
favorables, pero el país solo puede progresar cuando progresen
todos y cada uno de sus hijos. Favoreceremos las actividades
productivas y creadoras. Eliminaremos trabas burocráticas,
impuestos excesivos y papeleos inútiles. Denunciaremos al
inútil, al haragán. Apoyaremos al hombre que quiere producir y
trabajar. Castigaremos con el impuesto la tierra improductiva,
el baldío, los motores parados, el capital que se niega a
circular. Reduciremos lo gravámenes al capital productivo, a la
inversión útil, a la actividad creadora. Tendremos que modificar
nuestro sistema rentístico para adecuarlo a la realidad de un
país que necesita capitalizarse urgentemente y alcanzar, en
breve plazo, los más altos niveles de desarrollo económico.
Primacía de lo espiritual
Todo ese esfuerzo será realizado, no para alcanzar una
prosperidad materialista y vacía de contenido moral, sino para
fortalecer las bases del desarrollo espíritual del hombre
argentino. Así lo ordena nuestra profesión de fe doctrinaria que
hace del espiritu “una requisitoria” contra toda filosofía
material de la vida humana. Así lo hemos interpretado nosotros,
al proclamar nuestra voluntad de vigorizar las bases morales de
la sociedad argentina, preservar la integridad familiar, sobre
la que se asienta esa sociedad y defender el ámbito sagrado del
hogar y de la vida privada. Queremos la estabilidad de todas las
familias argentinas y esto lo siento en profundidad espiritual
como hijo y como padre de una familia cristiana.
Será salvaguardado el derecho de los padres de elegir la clase
de enseñanza que quieren para sus hijos. Es decir, que no se
impondrá ningún tipo determinado de enseñanza moral, sino la que
el padre quiera. El Estado cumplirá su obligación, dando todo el
apoyo necesario a las instituciones oficiales e invirtiendo
grandes recursos en sus programas de educación y cultura
popular.
Federalismo, comuna y política internacional
En un clima moral, de libertad y de trabajo, las instituciones
republicanas podrán alcanzar su plenitud.
Fortaleceremos la vida municipal, respetando y haciendo respetar
su autonomía, pero haciéndoles cumplir la totalidad de su
función democrática. Trataremos de que todo el vecindario
intervenga en la vida de su comunidad, dando mayor participación
a las asociaciones vecinales. Crearemos consejos comunales
integrados por representantes de gremios, cooperativas, centros
de fomento, bibliotecas y asociaciones culturales, entidades
deportivas, organizaciones religiosas, médicos y maestros. Allí
trabajarán, fraternalmente unidos, hombres y mujeres que podrán
discrepar en sus ideales políticos o religiosos, pero que
estarán hermanados por comunes sentimientos de solidaridad
humana y de amor al país. Allí tendrá también sitio y comenzará
a hacerse efectiva la reconciliación de los argentinos en todos
los lugares, en las grandes y pequeñas ciudades, en cada pueblo,
en cada caserío a lo largo de la República.
Fortaleceremos también el sistema federal de gobierno, no como
una ficción jurídica esgrimida a veces intencionadamente en
beneficio de intereses que no son los nuestros, sino como una
realidad concreta de regiones económicas que quieren
desarrollarse en plenitud. Preservaremos las autonomías
provinciales y trabajaremos en completo acuerdo con todas las
provincias, sin otro objetivo que hacer crecer armónicamente a
la República y lograr que haya progreso y bienestar en todos y
cada uno de los hogares argentinos.
Un país así integrado en lo político, lo económico y lo social,
en pleno vigor espiritual y cultural, podrá llevar a cabo una
política internacional con personería propia. Nos proponemos
tener una política internacional concebida, realizada y
defendida con rentabilidad nacional. No iremos a la zaga de
nadie ni nos atendremos a otros compromisos que aquellos que nos
dicte la defensa de la soberanía nacional. Mantendremos
relaciones cordiales con todos los pueblos de la tierra y
colaboraremos en la medida de nuestras fuerzas en el
mantenimiento de la paz mundial y la libertad de los pueblos, a
través de las Naciones Unidas y sus organismos que agrupan a los
Estados sin discriminaciones ni privilegios. Obedeceremos así al
imperativo histórico que nos ordena considerar sagrados, por
igual, a todos los pueblos y a todas las naciones de la tierra.
Desde esta posición, contribuiremos a la solución pacífica de
los conflictos locales que puedan convertirse en contiendas a
gran escala. En el cercano Oriente, por ejemplo, cuna de nuestra
tradición cristiana, existe un conflicto entre Israel y los
pueblos árabes, dos comunidades ligadas por tantos vínculos a la
Argentina. Los países árabes, para afirmar su independencia y
asegurar el bienestar de sus pueblos necesitan la paz no menos
que Israel, para desarrollar su hasta ahora exitoso esfuerzo de
construcción. Hay antecedentes históricos de fecunda
colaboración entre árabes y hebreos. En una atmósfera de franca
cooperación, el cercano Oriente puede convertirse en un poderoso
centro de civilización. En este caso, como en otros,
acompañaremos, y en lo posible promoveremos iniciativas que
conduzcan a una paz duradera.
Gobernaremos con todos los argentinos
Para realizar este programa hemos formulado nuestra convocatoria
al país. Hemos dicho, ratificando las decisiones anunciadas por
el radicalismo hace ya dos años, que gobernaremos con todos y
para todos los argentinos. Lo hemos hecho porque esa es la
auténtica posición radical intransigente y porque, además, el
país no podría soportar un gobierno de comité. Dirigentes
destacados del partido oficialista han dicho que si triunfan,
gobernarán solamente con hombres de ese partido, trayendo el
resentimiento de treinta años de oposición. Nosotros decimos que
llamaremos a colaborar a todos los hombres y mujeres honestos y
capaces que quieran hacerlo. Sin preguntarles si son o no
radicales intransigentes. Solamente así podremos salir del
estancamiento en que estamos sumidos, por la absurda pretensión
que todavía aqueja al país, de gobernar la Argentina con la
exclusión de la mitad de los argentinos. El radicalismo
intransigente tiene dicho que “solo una cruzada de honda
pulsación humana por la liberación del hombre contra todas las
normas degradantes del imperialismo y del absolutismo puede
salvar al mundo”. En esa cruzada estamos y por eso sentimos que
la respuesta del pueblo a nuestra convocatoria y el triunfo que
sellará en las urnas, es la prueba de nuestro acierto. Sentimos,
sobre todo, el profundo significado de la presencia en torno a
nostros, de las fuerzas nuevas, de los trabajadores, de las
mujeres, de la juventud.
Los trabajadores, que ya han ganado su sitio en el proceso
nacional, han visto en nuestra causa la única salida posible de
la actual situación. Las mujeres, incorporadas para siempre a la
vida cívica del país, reconocen en nuestras banderas la
seguridad de un futuro de paz para sus hijos, de moral para la
República, de garantías para su trabajo y de bienestar para sus
hogares castigados por la carestía de la vida, por la
persecución política y la represión gremial.
Y están los jóvenes, los millones de jóvenes obreros,
estudiantes y empleados en quienes alienta la esperanza de una
auténtica vida nueva. Ellos tienen mucho que reprocharnos y
tienen mucho que esperar de nosotros. Son jóvenes, pero han
madurado en el sufrimiento de una patria que parece vuelta de
espaldas al futuro. Ellos saben lo que quieren y han aprendido
bastante como para conseguirlo y saber defenderlo. Sé, jóvenes
de mi país, qué cosa quieren ustedes. He luchado toda mi vida
para que no volviéramos a la Argentina que conocí en mi
juventud, la Argentina que siguió a la caída de Hipólito
Yrigoyen. El destino ha querido dar una oportunidad a mi
generación y les prometo que mientras me quede aliento, lucharé
para que los muchachos y muchachas de la Argentina no tengan que
reprocharnos, como tuvimos que hacerlo nosotros cuando fuimos
jóvenes, el haber dejado un país sin esperanza, sin alma y sin
horizontes a las generaciones que vendrán. Pero quiero decirles,
a mi vez, que nunca deben olvidar que son parte de un proceso
más grande y más profundo que el proceso nacional. Somos parte
de un proceso latinoamericano, de una lucha que libran todos los
pueblos de nuestra América para salir de la miseria y el atraso
cultural.
El 23 de febrero libraremos una batalla para nosotros y para
nuestros hijos, pero la libraremos también para los pueblos
hermanos de Latinoamérica. Nuestro triunfo será un gran paso
adelante en la lucha contra el imperialismo colonialista y las
oligarquías nativas que, en todas las latitudes del continente
criollo, han frenado siempre el desarrollo nacional y la
fraternidad de los pueblos americanos. Libraremos esta batalla
para poder ser argentinos y para poder ser también americanos.
Desde la patria recuperada, el pueblo argentino ayudará a
construir la patria americana, tierra de paz y de promisión,
continente de la esperanza humana.
Llamado a las provincias
Este es nuestro programa, que el domingo el pueblo convertirá en
realidad, llevando al triunfo a los candidatos de la ucri en
todo el país. Pido a los hombres y mujeres que votarán el
domingo que apoyen las listas completas de la ucri, para poder
cumplir el compromiso contraído con el pueblo, el radicalismo
intransigente necesita tener mayoría en las provincias, en las
cámaras, en las legislaturas y en los concejos deliberantes de
toda la República.
En la lejana Santa Cruz, que prolonga la patria hasta los
confines antárticos, pido que voten por las listas que encabeza
como candidato a gobernador Mario Paradelo. En Chubut, donde se
alzan las torres petroleras que preservan la soberanía nacional,
pido que voten las listas que encabeza Jorge Galina como
gobernador. En Río Negro, donde los argentinos hemos aprendido a
convertir el desierto en un emporio de riqueza, les pido que
voten por las listas que encabeza Edgardo Castello como
gobernador. En Neuquén, que guarda entre sus enormes montañas
reservas de belleza natural y de energía dormida, les pido que
voten las listas que encabeza Ángel Edelsen como gobernador.
En la Pampa de los trigales y las ganaderías les pido que voten
las listas que encabezan como candidatos a diputados nacionales,
Abraham Salim y Valentín Garope. En San Luis, que conserva en
sus entrañas los minerales que moverán el progreso argentino,
les pido que voten las listas que encabeza Alberto Domenicone
como gobernador. En Mendoza, que ha conjugado los frutos de la
tierra y de la industria, les pido que voten las listas que
encabeza Ernesto Ueltschi como gobernador. En San Juan, la
tierra de laborioso presente y fecundo porvenir, les pido que
voten las listas que encabeza Américo García como gobernador. En
Córdoba, centro de la tradición y de la cultura argentina, les
pido que voten las listas que encabeza Arturo Zanichelli. En
Santiago del Estero, el país de la selva, les pido que voten las
listas que encabeza Eduardo Miguel. En la Rioja, donde sobrevive
el espíritu de la rebeldía gaucha, les pido que voten las listas
que encabeza Herminio Torres Brizuela. En Catamarca, de hermosos
valles y honda tradición, les pido que voten la lista que
encabeza Juan Manuel Salas. En Tucumán, donde se confunden el
campo y la industria, les pido que voten por las listas que
encabeza Celestino Gelsi. En Salta, donde el espíritu de Güemes
vela por la defensa del subsuelo, les pido que voten por las
listas que encabeza Bernardino Biella. En Jujuy, tierra de
antigua raza y renovada esperanza, les pido que voten las listas
que encabeza Horacio Guzmán. En Formosa, la joven provincia que
quiere crecer, les pido que voten por las listas que encabeza
Luis Gutnisky. En Misiones, la tierra roja donde se funden todas
las razas, les pido que voten por las listas que encabezan los
candidatos a diputados, Roberto Galeano y Ambrosio Lafuente. En
Chaco, de ritmo febril e incontenible empuje, les pido que voten
por las listas que encabeza Anselmo Ducá. En Corrientes, mi
tierra natal valiente y melancólica, pido que voten las lista
que encabeza Fernando Piragini Niveyro.
En Entre Ríos, tierra de colonias laboriosas y mentes bravías,
les pido que voten por las listas que encabeza Raúl Uranga. En
Santa Fe, recostada contra su gran río, desde el monte hasta la
llanura cereal, les pido que voten por la lista que encabeza
Carlos Sylvestre Begnis. En Buenos Aires, crisol de trabajo y
riqueza, hermana mayor de las provincias argentinas, les pido
que consagren el triunfo nacional de la Unión Cívica Radical
Intransigente, votando por la lista que encabeza Oscar Alende. Y
en la Capital Federal, en la vieja y siempre nueva cuna de la
libertad de la patria, les pido que voten por las listas que
llevan como candidatos a senadores a Lucio Racedo y Armando
Turano, y que encabezan el candidato a diputado nacional Oscar
López Serrot y el candidato a concejal Roberto Etchepareborda.
Una oportunidad y un desafío
Faltan pocas horas para el comicio. A lo largo de nuestra
historia, cada generación ha tenido una oportunidad para
decidir, junto con su suerte, la suerte del país. A veces el
pueblo pudo representarse libremente. Otras veces, prevalecieron
las amenazas que siempre se ciernen sobre las nuevas naciones, o
la oportunidad fue desperdiciada. Son horas cruciales,
encrucijadas de la historia que solo el seguro instinto del
pueblo puede resolver. La elección del domingo es una de esas
fechas.
Es un desafío a una generación, a hombres que hemos vivido una
honda experiencia, que hemos sufrido y aprendido mucho. Todo
está maduro para cumplir un destino. No es un destino personal.
Los candidatos de la Unión Cívica Radical Intransigente somos
dos hombres entre tantos, sin otros méritos que haber sabido
interpretar, en esta hora de angustia y esperanza, los más
hondos anhelos del país. Somos el simple instrumentos de un
pueblo que quiere realizar su destino nacional. Nuestro triunfo
no será un triunfo de la Unión Cívica Radical Intransigente.
Será la respuesta altiva, viril y esperanzada de un pueblo al
que se intentó detener en su marcha hacia el progreso, desviar
de su camino de superación y empujar al sometimiento y la
disgregación. Será el triunfo del amor sobre el odio, de la
fraternidad sobre la revancha, de la justicia sobre la
persecución. Será el triunfo de la Argentina que se pone de pie,
levanta su mirada y emprende su marcha hacia el destino de los
pueblos libres. Este es nuestro compromiso con el pueblo.
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