EFEMÉRIDES RADICALES
Hombres, Mujeres y hechos de la Unión Cívica Radical día por día.

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Documentos de: Arturo Frondizi
Discurso de cierre de campaña de Arturo Frondizi
Comité Nacional de la Unión Cívica Radical Intransigente
21 de febrero de 1958
 
Nuestro compromiso con el pueblo
 

Al pueblo de la Nación Argentina

La Unión Cívica Radical Intransigente cierra hoy su campaña electoral. Nuestras tribunas se han alzado siempre en la plaza pública y hubiéramos querido realizar este último mensaje allí, en medio de las multitudes fervorosas que nos han acompañado por toda la República. Pero hemos sacrificado esta norma y esta emoción en homenaje a la pacificación en la que nos hallamos empeñados. Sabemos que elementos del continuismo, que ya se saben derrotados, intentan crear un clima de violencia mediante actos de provocación y perturbación.
No queremos que se derrame más sangre de argentinos y hemos preferido reducir las proporciones de esta asamblea ciudadana. No queremos dar pretexto a quienes no vacilan en apelar a cualquier recurso, para impedir un triunfo que ya está flotando en el aire de la patria, antes de materializarse en las urnas: el triunfo total de la Unión Cívica Radical Intransigente.

Servimos a una idea nacional

Hemos realizado una campaña de ideas, en torno a un progreso de realizaciones concretas y soluciones efectivas. Ese programa se ha convertido en una convocatoria nacional. Ya no es la plataforma de un partido: es un programa de un pueblo en marcha. Ello significa que hemos interpretado fielmente el mandato de los fundadores de la Unión Cívica Radical, que es también el mandato de los fundadores de la nacionalidad.
Representamos en esta hora la gran tradición de la Argentina, el ideal nacional y popular de Yrigoyen.
Por eso están a nuestro lado como imagen física de ese cumplimiento, los hijos de Yrigoyen. Está don Francisco Ratto, que peleó en el '90 y que a los 85 años mantiene en alto la bandera de sus ideales de la Argentina de siempre. Está con sus 87 años don Carlos J. Rodríguez, ministro de Agricultura y compañero de todas las luchas de Hipólito Yrigoyen.
Recuerdo también a los grandes correligionarios caídos. A Luis Dellepiane. A Moisés Lebensohn. Ellos están también entre nosotros, con su verbo cálido y su corazón que les estallaba en el pecho de amor al pueblo y a la patria argentina.
Me vuelvo ahora hacia ustedes, los hombres maduros y jóvenes del radicalismo intransigente, en esta gloriosa casa donde un día plantamos la bandera del reencuentro del radicalismo con el pueblo.
Esa bandera flamea. Estamos a su lado…
No nos hemos separado de ello. Esa bandera quedará flameando en esta casa después del triunfo. Cuando entremos con Alejandro Gómez a la Casa de Gobierno, empuñaremos la bandera nacional.
Los partidos políticos dirimirán en la calle el combate de las ideas, pero la Casa Rosada será la casa de todos los argentinos.
Hace treinta años que estoy en la Unión Cívica Radical, treinta años de lucha. Los radicales hemos cometido muchos errores, pero ahora estamos seguros, con la seguridad de que hemos retomado elviejo camino argentino. Es un camino que el radicalismo no creó: viene desde el fondo de la historia y proseguirá después de nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos.
Hombres equivocados o interesados apartaron alguna vez al radicalismo de ese camino y el pueblo lo abandonó. Aquí, desde esta misma casa, sellamos un día el retorno del partido a su viejo cauce y ahora celebramos, gozosos, el reencuentro del radicalismo con el pueblo. Traemos las viejas y queridas banderas, las empuñamos con manos limpias y nuevas. Nos han reconocido en la multitud y nos han puesto otra vez al frente. Es el pueblo argentino que se vuelve a reunir y que reemprende su marcha hacia el futuro.
Somos radicales intransigentes, pero servimos a una idea nacional. Más que nunca en estos momentos somos los instrumentos de una voluntad nacional. Fuera de esta casa, bulle una multitud donde se confunden las creencias, donde no hay insignias ni divisas partidarias. Como una inmensa bandera flamea sobre la República la corriente incontenible de los hombres y las mujeres que buscan una salida, y que han encontrado un camino.
Para ellos no hay pasado. Están lanzados hacia el futuro. Quieren salir de este presente angustioso. Desde esta casa donde rescatamos al radicalismo, lo entregamos hoy, lo devolvemos hoy, a ese pueblo, para que haga suya esta oportunidad.

Enfrentamiento histórico

El enfrentamiento que el país va a decidir el domingo es de todas las horas cruciales de la nacionalidad. De un lado, el pueblo que busca en la tradición argentina el rumbo de su destino y quiere que este sea como el árbol, hijo de la raíz.
Del otro lado, las minorías que han estado siempre disociadas de lo nacional y lo popular. Por eso es fácil ver cuál será el resultado del comicio, que ha sido siempre igual, cada vez que le fue dado al pueblo decidir por sí mismo.
En el seno de la Unión Cívica Radical esta misma alternativa se ha manifestado también en todas las crisis del país. La segregación producida hace un año, una vez proclamadas nuestras candidaturas, es la repetición de otras crisis iguales que han ofrendado, dentro de lo partidario, las dos corrientes que ahora se encontrarán en este comicio. La lucha que se avecina no es, como se pretende, un desdoblamiento de un mismo partido, como un movimiento de tenazas en que la alternativa es siempre la misma.
La segregación operada en el radicalismo y el alzamiento promovido desde afuera, contra sus direcciones, es obra de las fuerzas antinacionales que quisieron invalidar a la Unión Cívica Radical como instrumento del pueblo, después de haber cerrado los otros caminos por las inhabilitaciones y la exclusión.
Nada tenemos de común con los que se han ido, porque los que se han ido lo han hecho definitivamente, abandonado la causa de la Nación. Se han ido seducidos por las tentaciones del poder, como se fueron otros antes, para siempre, y ya no tienen nada de común con nosotros ni lo podrán tener.
No es el agregado de una palabra al nombre del partido, ni rivalidades de nombres lo que nos separa. Hoy como ayer, ahora como cuando el contubernio, la segregación es índice de un desacuerdo total en cuanto a la interpretación del pasado, a la conducta urgente y a las futuras soluciones del país. Y esta segregación se hace más profunda. A medida que ellos reciben, de más en más, el aporte de las tendencias antinacionales y antipopulares, abandonan la lucha de la emancipación económica y el progreso social de la Argentina para ponerse al servicio de los intereses que representan el atraso económico-social y la afirmación de formas de cultura que nada tienen en común con nuestro pueblo.
Son las mismas fuerzas que durante casi un siglo impidieron que el pueblo se gobernara a sí mismo. Son las que trataron de evitar que Yrigoyen llegara al poder. Las que cuando llegó, trataron de que no gobernara. Para preparar su caída, dividieron al radicalismo y fueron al comicio en 1928 con una fórmula de exradicales.
Volcaron allí el peso de los grandes intereses, de los monopolios y de la prensa. El pueblo las derrotó.
Ahora utilizan recursos más refinados. Apelan a la confusión y a la guerra psicológica. Volverán a ser derrotadas. Esos intentos se quiebran contra la decisión popular, pero se quiebran también contra la firme decisión de las Fuerzas Armadas, que acaban de afirmar que “tan pronto se conozca el resultado de las elecciones, la Revolución se convertirá en custodio del triunfador hasta la entrega del poder el 1º de mayo”.
Quienes pretenden confundir a la ciudadanía con el argumento de que si triunfa la Unión Cívica Radical Intransigente, no se entregará el gobierno o habrá una revolución, olvidan que está de por medio el cumplimiento de una palabra de honor empeñada por las Fuerzas Armadas de la Nación.

Basta de revanchas

La única garantía cierta de paz, normalidad y tranquilidad en el país es el triunfo de la Unión Cívica Radical Intransigente.
De lo contrario, prevalecerá el espíritu de revancha que, como una fiebre maligna, tiene paralizados los miembros del país y lanzados a unos argentinos contra otros. Revancha significa odio. Odio significa terrorismo y represión.
En ese clima, el país no puede progresar. No hay seguridad, no hay estabilidad, no hay normalidad.
La revancha es la antesala de la entrega. Para quienes alberguen alguna duda, está el testimonio ofrecido por un embajador, afiliado conspicuo del partido oficialista, que propugna planes petroleros dictados desde el exterior. Allí están, como testimonios irrefutables las inhabilitaciones, los decretos represivos, las huelgas prohibidas, las intervenciones a los gremios a mano armada. Son todas medidas toleradas por un partido que pretende llamarse radical y que utiliza la fuerza del poder público para alcanzar un gobierno que nunca podrán darle las urnas.
El voto positivo de grandes sectores populares es una contribución efectiva a la causa de la pacificación y la democracia. Sin embargo, se están utilizando todos los procedimientos para entorpecer la incorporación de las mayorías argentinas al proceso democrático.
Para ello los sectores oficialistas incitan a votar en blanco empleando toda clase de recursos: órdenes del exterior fraguadas, falsificadas y radios supuestamente clandestinas como lo que se está preparando en Mendoza. Se envían camiones del Gobierno para distribuir volantes apócrifos, y aviones oficiales transportan panfletos al interior. Esta mañana, gente del oficialismo ha lanzado volantes en el centro de Buenos Aires, con impunidad completa, que anunciaban supuestas transmisiones radiofónicas desde el exterior.
Como confirmación de cuanto venimos diciendo, la policía de la provincia de Buenos Aires ha detenido ayer, en una acción que debo reconocer como ejemplar, a tres funcionarios de la intervención oficial en la cgt: el interventor en el Sindicato Metalúrgico de Rosario, señor Ricardo Romero, y dos de sus colaboradores inmediatos, quienes tenían en su poder 70.000 volantes que transcribían una falsa orden a favor del voto en blanco. Dichos funcionarios declararon que estos volantes les fueron entregados por personas vinculadas al Servicio de Informaciones del Estado y que se movían de acuerdo con instrucciones de dirigentes del partido oficialista de una localidad vecina a la Capital. Declararon también que esa actividad en que fueron sorprendidos formaba parte de un plan destinado a que haya muchos votos en blanco y proporcionaron nombres de los funcionarios continuistas que los dirigían. Invito al Gobierno de la Nación a convocar a una reunión de periodistas y representantes de partidos políticos para examinar ese expediente.
Es lamentable que, a esta altura de los tiempos, nuestro país tenga que presenciar semejantes manifestaciones de fraude e incultura cívica, consumados a espaldas de las Fuerzas Armadas y de los hombres más responsables del propio Gobierno, que han prometido su palabra de devolver al país el goce pleno de las instituciones y de la moralidad republicana.

Pacto con el pueblo

Les hablo como candidato presidencial de la Unión Cívica Radical Intransigente, como depositario de un programa de realizaciones concretas, que el partido nos ha entregado, a Alejandro Gómez y a mí, como un mandato irrenunciable. Ese programa es, por virtud de la respuesta popular a nuestra convocatoria, un pacto con el pueblo y un compromiso ante la historia. Nuestro único pacto y nuestro único compromiso. Es inútil que se echen a rodar las versiones más inverosímiles, que se fragüen entrevistas inexistentes, y que se amenace con denuncias aplastantes. No hay pactos secretos, no hay alianzas electorales, no hay ningún compromiso que no sea el que hemos contraído
públicamente ante el pueblo argentino. Es el compromiso de sostener junto a todos los argentinos y con nuestras propias manos, las banderas de la pacificación nacional, de la igualdad política, del desarrollo económico y del progreso social del país, sin preguntar a nadie su militancia partidaria, porque estamos convencidos, como Yrigoyen, de que el futuro de la Nación no puede ser monopolio de un partido o de una clase social, sino obra de la nativa solidaridad creadora y fruto del esfuerzo de todos los argentinos unidos en un común anhelo de superación colectiva.
Todo lo que es auténticamente popular, lo que representa la tradición de la nacionalidad y sus esperanzas, nos acompaña desde fuera de los cuadros partidarios en un gran movimiento de opinión, en el que caben todos aquellos que, por encima de los desacuerdos políticos, estén acordes con la necesidad de realizar una nación soberana que supere las trabas impuestas desde afuera. Una nación que construya una economía propia y próspera, con una sociedad que encuentre en esa economía propia y próspera la posibilidad de destruir las injusticias sociales, dando al trabajo organizado el papel decisivo que le corresponde.

Paz, seguridad y estabilidad

El primer deber que nos impone ese programa es lograr la pacificación y la normalidad del país. Queremos terminar con la sucesión de revanchas y contrarevanchas, en que cada uno siembre la semilla de la otra. Queremos extirpar ese odio que esteriliza a la República. Sancionaremos una amplia y generosa amnistía, aboliremos toda la legislación represiva, desde la Ley de Residencia hasta los decretos que prohíben las huelgas bajo el pretexto de reglamentarla. Aboliremos el Decreto 4161 y los organismos que reprimen el derecho de opinión y restableceremos los derechos políticos de todos los argentinos. La reparación debe alcanzar a todos. Los gobiernos tienen que dejar de erigirse en jueces de las ideas de los ciudadanos. Tenemos que dejar de hurgar en el pasado
las culpas que otros gobiernos pueden haber cometido y consagrarnos a echar las bases espirituales y materiales de una nación con un pueblo que no tema al gobierno y un gobierno que no tema al futuro.
El reencuentro argentino exige que se establezcan, de inmediato, las condiciones de una convivencia pacífica.
No habrá paz mientras haya revancha, ni habrá normalidad mientras haya represión. Es urgente e indispensable llevar tranquilidad al campo del trabajo, para lo cual deben de ser satisfechas las tres exigencias básicas de los trabajadores: mejoramiento de los salarios, devolución de las organizaciones sindicales ocupadas, empezando por la cgt y libre ejercicio del derecho de huelga.
Asumo el solemne compromiso de empeñar todos mis esfuerzos, apenas se conozca nuestro triunfo, para lograr que esas legítimas reclamaciones sean satisfechas. Trataré de que el nuevo período constitucional se inicie bajo el signo del trabajo fecundo; así podremos empezar a cumplir nuestro compromiso ante el pueblo el mismo día que asumamos el poder.
Junto con las bases de una convivencia civilizada, necesitamos establecer un clima de completa seguridad. Queremos terminar con el odio y la revancha, pero queremos también que desaparezcan el miedo y la intranquilidad. Habrá que establecer garantías jurídicas, políticas, económicas y sociales permanentes, para que los argentinos se sientan seguros en su hogar y en su trabajo. Para que los hombres de empresa sientan seguras sus inversiones. Para que todos sientan seguridad ante el futuro. Seguridad significa también libertad: libertad para expresarse sin trabas, libertad para militar en cualquier partido político, cualquiera sea la función que se desempeñe; libertad para trabajar, para producir, para crear.
El país necesita también estabilidad, tenemos que terminar con los planes que no se cumplen, con las obras que no se terminan, con los proyectos que quedan en el papel. No iniciaremos ninguna obra que no podamos concluir. No trazaremos planes que no se puedan cumplir. Queremos terminar con la fiebre de las piedras fundamentales y abrir un período de trabajo fecundo y silencioso, sin otros estrépitos que los que produce una obra en construcción.

Bienestar para todos

La tranquilidad, la seguridad y la estabilidad no serán fecundas si, al mismo tiempos, no se crean las condiciones económicas concretas para que todo el pueblo goce de la libertad de la justicia y de la prosperidad. Aseguraremos las condiciones que hagan posible un nivel espiritual y material cada vez más alto, el acceso a la vivienda, el acceso a la cultura, la protección de la salud, la seguridad para el futuro. Al hombre de campo le decimos que aseguraremos el acceso a la tierra para quien quiera trabajarla; estabilidad, sin temor a desalojos ni injustas condiciones de pago y precios remuneradores, que le permitan gozar de altos niveles de vida. Estas garantías serán establecidas y serán preservadas por el gobierno, pero deberán ser defendidas también por los propios trabajadores y productores, a través de sus organizaciones gremiales y sindicales. El pueblo conoce perfectamente nuestra posición favorable a la existencia de una sola central obrera. A los obreros y empleados les ratificamos que el radicalismo intransigente empeñará todo su esfuerzo para que se pueda cumplir ese anhelo de los trabajadores. No facilitaremos ninguna maniobra divisionista ni nos prestaremos a debilitar la fuerza del trabajo organizado. El país necesita que haya una poderosa central obrera y el gobierno le facilitará los medios para que pueda mantenerse y cumplir su función y su gravitación decisiva en el proceso nacional. La central obrera podrá tener su diario, su radio y su propio canal de televisión. Pondremos en el Ministerio de Trabajo a un trabajador y nos reuniremos con los representantes de la central obrera y de la central empresaria, para discutir y elaborar los programas del desarrollo nacional.

Transformación e integración económicas

Impulsar el desarrollo económico del país será nuestra preocupación fundamental. Si no hay riqueza común es inútil que tratemos de elevar el nivel de vida individual. Estaremos siempre disputando los migajas de una mesa pobre o de un festín ajeno, en lugar de distribuir el fruto opulento y pródigo del esfuerzo nacional. Es innecesario insistir hoy en los puntos básicos del programa económico de la Unión Cívica Radical Intransigente. Lo hemos colocado como todo el resto bajo el signo de la integración nacional. Ello significa que veremos crecer orgánicamente al país, con el esfuerzo conjunto y complementario de un campo próspero, una minería intensiva y una industria pujante.
Emprenderemos la transformación social y económica del campo, en su triple condición, proveedor de alimentos para la población, de materias primas para la industria y de divisas para el país. Pero también como escenario y prueba de la vida humana, la tierra argentina deberá producir todo lo que sea capaz de dar, sin atarnos a los moldes dictados por una estructura económica puesta al servicio de un solo consumidor extranjero. También los dueños de la tierra tendrán que producir. El que no trabaja su tierra deberá dejarla, para que ocupe su sitio el trabajador que quiera afincarse, tener sus hijos, con parejo amor. Libraremos de cargas y gravámenes al hombre que quiera producir, pero exigiendo también que el trabajador rural goce de todos los derechos y los bienes de una vida digna y sin privaciones. Queremos que la riqueza sea para todos y el bienestar para todos, para poder también exigir el sacrificio de todos cuando la patria afronta horas críticas en su riqueza y bienestar.

Bases del desarrollo industrial

Impulsaremos firmemente la industria nacional, en todos sus aspectos. Arrancaremos del país las políticas reaccionarias que intentan frenar nuestro desarrollo fabril, porque la industria es garantía de progreso social y soberanía nacional. Devolveremos al crédito su función promotora. Ampararemos las fábricas de la competencia desleal del extranjero. Las nuevas fábricas deberán levantarse en el interior. Para ello, instalaremos nuevas fuentes de energía barata y abundante, aprovechando los saltos de agua, estableceremos franquicias impositivas y daremos apoyo financiero a las actividades útiles al país.
Esta política de enérgico desarrollo industrial no es una quimera. Es una posibilidad concreta que la Argentina pudo realizar hace tiempo si no se hubieran interpuesto los factores retardatorios desatados por una visión miope o institucional del país. Esa posibilidad se asienta sobre el triple fundamento del comercio exterior, del petróleo y de la siderurgia, encarados con criterio nacional y puestos al servicio del progreso de la República.
Nuestro comercio exterior será totalmente reestructurado, para que rinda todas sus posibilidades. Dejaremos de vender una gama limitada de productos a un sector limitado de compradores. Comerciaremos con todo el mundo y venderemos todo lo que podamos vender a los mejores precios que podamos obtener. Es verdad que nuestra mayor fuente de recursos sigue siendo la producción agropecuaria, pero el mundo necesita muchas más cosas que carne y trigo. Podemos vender fruta y productos de granja. Podemos exportar manufacturas. Nuestra industria siderúrgica liviana está considerada entre las mejores del mundo y hay un amplio mercado latinoamericano para recibirla. Exportaremos los productos de nuestra industria de la alimentación, que ha alcanzado altos niveles de calidad. Exportaremos la producción elaborada en nuestro país, de nuestras fabulosas plataformas submarinas, que tiene compradores hasta en los Estados Unidos. Vamos a romper las ataduras tradicionales que han querido hacer de la Argentina un apéndice de países imperialistas y vamos a entrar a competir en el mercado mundial, como una nación que ha cobrado la estatura de un país industrial del siglo xx.
Es inútil que hable aquí, en esta casa del petróleo argentino. Para nosotros, el petróleo tiene un solo nombre, el nombre que tuvo para Hipólito Yrigoyen y para el general Mosconi: se llama Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Lo defenderemos y lo engrandeceremos como lo que es: un pedazo de patria soberana como una garantía de progreso y libertad.
Tenemos petróleo, sabemos dónde está y lo vamos a extraer para ahorrar los millones que necesitamos para impulsar la industria. Para lograrlo no hace falta mucho, hay que emprender las obras que están proyectadas hace veinte años y terminarlas en el menor plazo posible. Eso lo podremos hacer, porque los argentinos somos tan capaces, tan inteligentes, tan audaces y tan emprendedores como otros pueblos que lo hicieron en sus propios países. Lo único que nos falta es cambiar una mentalidad paralizante que todavía está infiltrada en la República. Pero de eso se encargará el domingo el pueblo argentino, que la barrerá a votos en los cuatro confines de la República.
He dicho que el tercer pilar de nuestra emancipación económica es la siderurgia, que tiene un solo nombre: plan siderúrgico del general Savio; sin industria pesada no hay industria nacional. Que no se diga que nos falta mineral de hierro o carbón. En primer lugar, lo tenemos. En segundo lugar, los grandes emporios industriales del mundo también trabajan con materiales importados. Con la diferencia de que nosotros podemos traerlo de los países hermanos de América latina, a cambio de los alimentos y los artículos manufacturados que producimos en cantidad. La siderurgia nacional es otra realidad postergada, que se hará efectiva por la decisión popular a partir del 1ºde mayo de 1958.

Estímulo a la iniciativa individual

Para que la Argentina pueda alcanzar los niveles de producción que corresponden a esta etapa histórica, será indispensable, también, promover el progreso científico y técnico. Faltan todavía en el país las condiciones favorables para alcanzar ese progreso. Tenemos hombres y mujeres de gran capacidad, que deben alejarse de su patria por falta de estímulo o de medios para la investigación o la docencia. Nuestros técnicos son solicitados en muchas partes del mundo y muchos ocupan ya posiciones destacadas en organismos internacionales. Pero los necesitamos acá, para que nos ayuden a construir este país. Hemos preparado un plan de reactivación científica y técnica que nos proponemos llevar a la práctica inmediatamente y que movilizará todos los recursos y todas las inteligencias de que el país dispone en este aspecto. El motor que impulsará este desarrollo, que quiere hacer adelantar a la Argentina cincuenta años en los próximos seis será la iniciativa individual de los argentinos. El Estado cumplirá su función promotora y creará las condiciones favorables, pero el país solo puede progresar cuando progresen todos y cada uno de sus hijos. Favoreceremos las actividades productivas y creadoras. Eliminaremos trabas burocráticas, impuestos excesivos y papeleos inútiles. Denunciaremos al inútil, al haragán. Apoyaremos al hombre que quiere producir y trabajar. Castigaremos con el impuesto la tierra improductiva, el baldío, los motores parados, el capital que se niega a circular. Reduciremos lo gravámenes al capital productivo, a la inversión útil, a la actividad creadora. Tendremos que modificar nuestro sistema rentístico para adecuarlo a la realidad de un país que necesita capitalizarse urgentemente y alcanzar, en breve plazo, los más altos niveles de desarrollo económico.

Primacía de lo espiritual

Todo ese esfuerzo será realizado, no para alcanzar una prosperidad materialista y vacía de contenido moral, sino para fortalecer las bases del desarrollo espíritual del hombre argentino. Así lo ordena nuestra profesión de fe doctrinaria que hace del espiritu “una requisitoria” contra toda filosofía material de la vida humana. Así lo hemos interpretado nosotros, al proclamar nuestra voluntad de vigorizar las bases morales de la sociedad argentina, preservar la integridad familiar, sobre la que se asienta esa sociedad y defender el ámbito sagrado del hogar y de la vida privada. Queremos la estabilidad de todas las familias argentinas y esto lo siento en profundidad espiritual como hijo y como padre de una familia cristiana.
Será salvaguardado el derecho de los padres de elegir la clase de enseñanza que quieren para sus hijos. Es decir, que no se impondrá ningún tipo determinado de enseñanza moral, sino la que el padre quiera. El Estado cumplirá su obligación, dando todo el apoyo necesario a las instituciones oficiales e invirtiendo grandes recursos en sus programas de educación y cultura popular.

Federalismo, comuna y política internacional

En un clima moral, de libertad y de trabajo, las instituciones republicanas podrán alcanzar su plenitud.
Fortaleceremos la vida municipal, respetando y haciendo respetar su autonomía, pero haciéndoles cumplir la totalidad de su función democrática. Trataremos de que todo el vecindario intervenga en la vida de su comunidad, dando mayor participación a las asociaciones vecinales. Crearemos consejos comunales integrados por representantes de gremios, cooperativas, centros de fomento, bibliotecas y asociaciones culturales, entidades deportivas, organizaciones religiosas, médicos y maestros. Allí trabajarán, fraternalmente unidos, hombres y mujeres que podrán discrepar en sus ideales políticos o religiosos, pero que estarán hermanados por comunes sentimientos de solidaridad humana y de amor al país. Allí tendrá también sitio y comenzará a hacerse efectiva la reconciliación de los argentinos en todos los lugares, en las grandes y pequeñas ciudades, en cada pueblo, en cada caserío a lo largo de la República.
Fortaleceremos también el sistema federal de gobierno, no como una ficción jurídica esgrimida a veces intencionadamente en beneficio de intereses que no son los nuestros, sino como una realidad concreta de regiones económicas que quieren desarrollarse en plenitud. Preservaremos las autonomías provinciales y trabajaremos en completo acuerdo con todas las provincias, sin otro objetivo que hacer crecer armónicamente a la República y lograr que haya progreso y bienestar en todos y cada uno de los hogares argentinos.
Un país así integrado en lo político, lo económico y lo social, en pleno vigor espiritual y cultural, podrá llevar a cabo una política internacional con personería propia. Nos proponemos tener una política internacional concebida, realizada y defendida con rentabilidad nacional. No iremos a la zaga de nadie ni nos atendremos a otros compromisos que aquellos que nos dicte la defensa de la soberanía nacional. Mantendremos relaciones cordiales con todos los pueblos de la tierra y colaboraremos en la medida de nuestras fuerzas en el mantenimiento de la paz mundial y la libertad de los pueblos, a través de las Naciones Unidas y sus organismos que agrupan a los Estados sin discriminaciones ni privilegios. Obedeceremos así al imperativo histórico que nos ordena considerar sagrados, por igual, a todos los pueblos y a todas las naciones de la tierra. Desde esta posición, contribuiremos a la solución pacífica de los conflictos locales que puedan convertirse en contiendas a gran escala. En el cercano Oriente, por ejemplo, cuna de nuestra tradición cristiana, existe un conflicto entre Israel y los pueblos árabes, dos comunidades ligadas por tantos vínculos a la Argentina. Los países árabes, para afirmar su independencia y asegurar el bienestar de sus pueblos necesitan la paz no menos que Israel, para desarrollar su hasta ahora exitoso esfuerzo de construcción. Hay antecedentes históricos de fecunda colaboración entre árabes y hebreos. En una atmósfera de franca cooperación, el cercano Oriente puede convertirse en un poderoso centro de civilización. En este caso, como en otros, acompañaremos, y en lo posible promoveremos iniciativas que conduzcan a una paz duradera.

Gobernaremos con todos los argentinos

Para realizar este programa hemos formulado nuestra convocatoria al país. Hemos dicho, ratificando las decisiones anunciadas por el radicalismo hace ya dos años, que gobernaremos con todos y para todos los argentinos. Lo hemos hecho porque esa es la auténtica posición radical intransigente y porque, además, el país no podría soportar un gobierno de comité. Dirigentes destacados del partido oficialista han dicho que si triunfan, gobernarán solamente con hombres de ese partido, trayendo el resentimiento de treinta años de oposición. Nosotros decimos que llamaremos a colaborar a todos los hombres y mujeres honestos y capaces que quieran hacerlo. Sin preguntarles si son o no radicales intransigentes. Solamente así podremos salir del estancamiento en que estamos sumidos, por la absurda pretensión que todavía aqueja al país, de gobernar la Argentina con la exclusión de la mitad de los argentinos. El radicalismo intransigente tiene dicho que “solo una cruzada de honda pulsación humana por la liberación del hombre contra todas las normas degradantes del imperialismo y del absolutismo puede salvar al mundo”. En esa cruzada estamos y por eso sentimos que la respuesta del pueblo a nuestra convocatoria y el triunfo que sellará en las urnas, es la prueba de nuestro acierto. Sentimos, sobre todo, el profundo significado de la presencia en torno a nostros, de las fuerzas nuevas, de los trabajadores, de las mujeres, de la juventud.
Los trabajadores, que ya han ganado su sitio en el proceso nacional, han visto en nuestra causa la única salida posible de la actual situación. Las mujeres, incorporadas para siempre a la vida cívica del país, reconocen en nuestras banderas la seguridad de un futuro de paz para sus hijos, de moral para la República, de garantías para su trabajo y de bienestar para sus hogares castigados por la carestía de la vida, por la persecución política y la represión gremial.
Y están los jóvenes, los millones de jóvenes obreros, estudiantes y empleados en quienes alienta la esperanza de una auténtica vida nueva. Ellos tienen mucho que reprocharnos y tienen mucho que esperar de nosotros. Son jóvenes, pero han madurado en el sufrimiento de una patria que parece vuelta de espaldas al futuro. Ellos saben lo que quieren y han aprendido bastante como para conseguirlo y saber defenderlo. Sé, jóvenes de mi país, qué cosa quieren ustedes. He luchado toda mi vida para que no volviéramos a la Argentina que conocí en mi juventud, la Argentina que siguió a la caída de Hipólito Yrigoyen. El destino ha querido dar una oportunidad a mi generación y les prometo que mientras me quede aliento, lucharé para que los muchachos y muchachas de la Argentina no tengan que reprocharnos, como tuvimos que hacerlo nosotros cuando fuimos jóvenes, el haber dejado un país sin esperanza, sin alma y sin horizontes a las generaciones que vendrán. Pero quiero decirles, a mi vez, que nunca deben olvidar que son parte de un proceso más grande y más profundo que el proceso nacional. Somos parte de un proceso latinoamericano, de una lucha que libran todos los pueblos de nuestra América para salir de la miseria y el atraso cultural.
El 23 de febrero libraremos una batalla para nosotros y para nuestros hijos, pero la libraremos también para los pueblos hermanos de Latinoamérica. Nuestro triunfo será un gran paso adelante en la lucha contra el imperialismo colonialista y las oligarquías nativas que, en todas las latitudes del continente criollo, han frenado siempre el desarrollo nacional y la fraternidad de los pueblos americanos. Libraremos esta batalla para poder ser argentinos y para poder ser también americanos. Desde la patria recuperada, el pueblo argentino ayudará a construir la patria americana, tierra de paz y de promisión, continente de la esperanza humana.

Llamado a las provincias

Este es nuestro programa, que el domingo el pueblo convertirá en realidad, llevando al triunfo a los candidatos de la ucri en todo el país. Pido a los hombres y mujeres que votarán el domingo que apoyen las listas completas de la ucri, para poder cumplir el compromiso contraído con el pueblo, el radicalismo intransigente necesita tener mayoría en las provincias, en las cámaras, en las legislaturas y en los concejos deliberantes de toda la República.
En la lejana Santa Cruz, que prolonga la patria hasta los confines antárticos, pido que voten por las listas que encabeza como candidato a gobernador Mario Paradelo. En Chubut, donde se alzan las torres petroleras que preservan la soberanía nacional, pido que voten las listas que encabeza Jorge Galina como gobernador. En Río Negro, donde los argentinos hemos aprendido a convertir el desierto en un emporio de riqueza, les pido que voten por las listas que encabeza Edgardo Castello como gobernador. En Neuquén, que guarda entre sus enormes montañas reservas de belleza natural y de energía dormida, les pido que voten las listas que encabeza Ángel Edelsen como gobernador.
En la Pampa de los trigales y las ganaderías les pido que voten las listas que encabezan como candidatos a diputados nacionales, Abraham Salim y Valentín Garope. En San Luis, que conserva en sus entrañas los minerales que moverán el progreso argentino, les pido que voten las listas que encabeza Alberto Domenicone como gobernador. En Mendoza, que ha conjugado los frutos de la tierra y de la industria, les pido que voten las listas que encabeza Ernesto Ueltschi como gobernador. En San Juan, la tierra de laborioso presente y fecundo porvenir, les pido que voten las listas que encabeza Américo García como gobernador. En Córdoba, centro de la tradición y de la cultura argentina, les pido que voten las listas que encabeza Arturo Zanichelli. En Santiago del Estero, el país de la selva, les pido que voten las listas que encabeza Eduardo Miguel. En la Rioja, donde sobrevive el espíritu de la rebeldía gaucha, les pido que voten las listas que encabeza Herminio Torres Brizuela. En Catamarca, de hermosos valles y honda tradición, les pido que voten la lista que encabeza Juan Manuel Salas. En Tucumán, donde se confunden el campo y la industria, les pido que voten por las listas que encabeza Celestino Gelsi. En Salta, donde el espíritu de Güemes vela por la defensa del subsuelo, les pido que voten por las listas que encabeza Bernardino Biella. En Jujuy, tierra de antigua raza y renovada esperanza, les pido que voten las listas que encabeza Horacio Guzmán. En Formosa, la joven provincia que quiere crecer, les pido que voten por las listas que encabeza Luis Gutnisky. En Misiones, la tierra roja donde se funden todas las razas, les pido que voten por las listas que encabezan los candidatos a diputados, Roberto Galeano y Ambrosio Lafuente. En Chaco, de ritmo febril e incontenible empuje, les pido que voten por las listas que encabeza Anselmo Ducá. En Corrientes, mi tierra natal valiente y melancólica, pido que voten las lista que encabeza Fernando Piragini Niveyro.
En Entre Ríos, tierra de colonias laboriosas y mentes bravías, les pido que voten por las listas que encabeza Raúl Uranga. En Santa Fe, recostada contra su gran río, desde el monte hasta la llanura cereal, les pido que voten por la lista que encabeza Carlos Sylvestre Begnis. En Buenos Aires, crisol de trabajo y riqueza, hermana mayor de las provincias argentinas, les pido que consagren el triunfo nacional de la Unión Cívica Radical Intransigente, votando por la lista que encabeza Oscar Alende. Y en la Capital Federal, en la vieja y siempre nueva cuna de la libertad de la patria, les pido que voten por las listas que llevan como candidatos a senadores a Lucio Racedo y Armando Turano, y que encabezan el candidato a diputado nacional Oscar López Serrot y el candidato a concejal Roberto Etchepareborda.

Una oportunidad y un desafío

Faltan pocas horas para el comicio. A lo largo de nuestra historia, cada generación ha tenido una oportunidad para decidir, junto con su suerte, la suerte del país. A veces el pueblo pudo representarse libremente. Otras veces, prevalecieron las amenazas que siempre se ciernen sobre las nuevas naciones, o la oportunidad fue desperdiciada. Son horas cruciales, encrucijadas de la historia que solo el seguro instinto del pueblo puede resolver. La elección del domingo es una de esas fechas.
Es un desafío a una generación, a hombres que hemos vivido una honda experiencia, que hemos sufrido y aprendido mucho. Todo está maduro para cumplir un destino. No es un destino personal. Los candidatos de la Unión Cívica Radical Intransigente somos dos hombres entre tantos, sin otros méritos que haber sabido interpretar, en esta hora de angustia y esperanza, los más hondos anhelos del país. Somos el simple instrumentos de un pueblo que quiere realizar su destino nacional. Nuestro triunfo no será un triunfo de la Unión Cívica Radical Intransigente. Será la respuesta altiva, viril y esperanzada de un pueblo al que se intentó detener en su marcha hacia el progreso, desviar de su camino de superación y empujar al sometimiento y la disgregación. Será el triunfo del amor sobre el odio, de la fraternidad sobre la revancha, de la justicia sobre la persecución. Será el triunfo de la Argentina que se pone de pie, levanta su mirada y emprende su marcha hacia el destino de los pueblos libres. Este es nuestro compromiso con el pueblo.

Arturo Frondizi
Fuente: Arturo Frondizi - Mensajes presidenciales 1958-1962 - Fundación Centro de Estudios Presidente Arturo Frondizi.