|
El Dr. Joaquín Nabuco dirigió
a los estudiantes de Derecho estas intencionadas
palabras: “La grandeza de las naciones depende del ideal
que su juventud se forma en las aulas; y la humillación
de aquéllas proviene de las traiciones que los hombres
hacen a sus ideales históricos”. Pensamiento tan elevado
y severo, ha coincidido en Buenos Aires con los aprestos
para un banquete político de un grupo de jóvenes que
manifestarán su adhesión incondicional al presidente de
la República, según lo hace comprender la invitación
publicada.
El paso político que va a dar la juventud juarista, ni
es nuevo en nuestro país, ni tampoco honroso para el
civismo argentino. Ya cuando se agitaba la lucha
presidencial última, los jóvenes impacientes por figurar
en la política activa hicieron una manifestación
semejante a la que ahora preparan en honor del doctor
Juárez, poniéndose incondicionalmente bajo la dirección
política del presidente Roca, abdicando la manifestación
espontánea de ideas, doctrinas y afecciones que
contrariasen al jefe del Estado.
Esta y aquella adhesión no significan otra cosa que la
renuncia a la vida cívica activa de los jóvenes para
desaparecer absorbidos por una voluntad superior que los
convierte en meros instrumentos del jefe del Poder
Ejecutivo.
La juventud que así inmola su energía cívica poniéndose
bajo la dependencia de un poder cuyas órdenes se cumplen
en silencio sin la menor objeción. ¿ Realiza algún ideal
formado en las aulas?¿ Practica algún principio usual en
las naciones civilizadas que gozan de organización
constitucional?¿Imita movimientos análogos de la
juventud de esos pueblos? Con frecuencia nos llegan
noticias de movimientos colectivos de la juventud de
otras naciones, ya persiguiendo algún ideal político
levantado, alguna campaña económica o humanitaria, que
tanto realza el mérito moral, intelectual y político de
los jóvenes. La juventud estudiosa de Francia se levanta
casi unánime para protestar enérgicamente contra la
ambición de un farsante audaz que pretende colocar la
República bajo su boa de dictador; los jóvenes de
Nápoles saludan entusiastas en Gladstone la causa de la
independencia de Irlanda; la juventud alemana y de
Italia da mucho que hacer a los cancilleres, porque
siempre está de parte del pueblo que fure, defenciendo
causas justas, ideales nobles y generosos; en España los
jóvenes agitan el país defediento con Moraitas la
libertad de la crítica histórica, desafían las
conminaciones del poder y hacen caer ministerios; en
Rusia el elemento juvenil forma en las filas de ese
terrible partido revolucionario que, careciendo de
órganos legales para desarrollar su programa e influir
en el pueblo, se manifiesta por explosiones siniestras;
en el Brasis, la juventud reclama instituciones
liberales, y al mismo emperador le dirigen discursos
pidiendo con altanería más progreso, más libertad e
instituciones federativas; en la República vecina, la
juventud estudiosa, lejos de pactar adhesiones
incondicionales con los mandones que se alzaron con el
poder, corrió a los campos de batalla para reivindicar
con las armas en la mano esos derechos y libertades
arrebatados por el abuso.
¡Estaba reservado a la República Argentina el triste
espectáculo que esta noche ofrecerá una parte de la
juventud, que felizmente es una minoría, renunciando a
la libertad política, al ejercicio espontáneo de los
derechos del ciudadano, en homenaje a la voluntad del
presidente, adhiriéndose sin condiciones!
Lejos de nosotros el condenar la organización política
de los conciudadanos, la formación de clubes de jóvenes
con fines de política radical o posibilista. Pensamos
que todos los argentinos deben organizarse y luchar por
el ejercicio de los derechos electorales, suprimidos en
el hecho, tal vez por falta de titulares que los
reclamen con energía.
La República no gozará probablemente de verdadero
bienestar sino cuando se opere la reforma de sus
costumbres e instituciones por medio de la instrucción y
educación pública, siguiendo un vasto plan pedagógico,
como lo ha pronosticado el educacionista doctor Berra;
pero en la actualidad no hay más opción para mejorar el
país que entre el posibilismo y la explosión, porque los
demás caminos legales se encuentra obstruidos por el
abuso y el fraude.
Pero posibilismo político no es ni ha sido nunca la
maniobra que ejecutan ahora los jóvenes juaristas. No;
una cosa sería organizar clubes de jóvenes en la capital
y demás ciudades importantes de la República y, después
de constituir una potencia, pactar alianza con el poder
bajo condiciones que garantizaran reformas y mejoras
favorables al país, y otra muy distinta formas un club
de jóvenes y ofrecer una adhesión incondicional al jefe
del Estado.
Lo primero sería posibilismo político útil y saludable
al país, lo último desdorosa abdicación del carácter
cívico, tal vez en aras de ambiciones impacientes, que
sólo buscan el éxito, sin mirar la higiene del camino
que recorren.
¡Y en que momento la juventud ofrece su adhesión
incondicional al Presidente! Precisamente cuando en la
capital y en muchas provincias se realizan actos de
cobardía cívica que nos avergüenzan ante propios y
extraños. Todos recordamos la consulta dirigida al
Presidente de la República por los miembros de la
legislatura de Mendoza, pidiéndole su “plácet” para
designar gobernador; ni hemos olvidado que dos
provincias argentinas que antes fueron guerreras y
libertadoras ( Entre Ríos y Corrientes), borraron la
suscripción de un diario cuando supieron que habían
caído en desgracia del Presidente, en un mal momento de
irritabilidad nerviosa, con el bizantino propósito de
halagar la cólera presidencial.
Las finanzas de la nación están entregadas a un
ilusionista o culpable que las lleva, fatal y
velozmente, por la pendiente del abismo; la moral
administrativa de gran número de reparticiones públicas
gime bajo el peso abrumador de terribles acusaciones,
sin que de arriba se inicie correctivo eficaz y
saludable; la vida política del país totalmente
suprimida, gozándose hoy mil veces más libertad política
y civil en todas las monarquías constitucionales de la
vieja Europa que en esta joven República de la América
del porvenir; la descentralización administrativa y
política casi ha desaparecido, pues ya en el hecho no
hay provincias sino intendencias, ni municipalidades
elegidas por el pueblo sino comisiones de amigos de los
gobernantes llevados para asegurar el abuso y la
arbitrariedad. En todas partes malestar, desgobierno y
escándalos, que arruinarán al pueblo cuando estalle una
crisis inevitable que todos la presienten.
En medio de este general desgobierno, o del imperio de
éste régimen funesto, que suprime la vida jurídica de la
nación reemplazándola por el abuso y la arbitrariedad,
se sienten los primeros trabajos electorales para la
futura presidencia, asegurándose que el Presidente
actual impondrá al sucesor que se le antoje, pues
dispone del oro, de las concesiones y de la fuerza
necesaria para enervar los caracteres maleables y
sofocar cualquier insurrección.
¡Este es precisamente el momento elegido por un grupo de
jóvenes de la capital para renunciar al civismo,
adhiriéndose sin condiciones a la voluntad del
Presidente, de ese hombre público que se manifiesta
débil, impotente e inepto para gobernar con moralidad y
justicia al pueblo argentino!
Son tristes y desconsoladores estos movimientos de la
juventud , que de ser imitados nos llevarían a una
franca y vergonzante dictadura. Movimientos sin ningún
ideal noble, generoso y patriótico; sin proseguir
ninguna idea o doctrina levantada que signifique un
progreso para el pueblo o la reforma de instituciones
deficientes; nada, nada; se busca sencillamente la
aproximación al mando, la fruición del poder, a costa de
la sumisión, en cambio de la servidumbre política.
La designación de jefe único del partido nacional, hecha
en la persona del Presidente de la República, que
constitucionalmente no puede ser jefe de partido, sino
jefe del Poder Ejecutivo, del poder administrador de la
nación; la docilidad del Congreso ante las exigencias de
ese jefe de partido para sancionar con ligereza
inconcebible proyectos de la mayor importancia; el
aplauso que se le dirige a todas las provincias cuando
se consuma atropellos y la sustitución por el régimen de
las designaciones palaciegas; las adhesiones
incondicionales como la que se hará esta noche por un
grupo de jóvenes argentinos de la decadencia cívica, ¿
no son síntomas que nos demuestran un inmenso retroceso
moral del pueblo y una completa perversión de ideas?
Somos enemigos de la injusticia con que se suele juzgar
a los gobernantes y a los pueblos, haciendo a los
primeros únicos responsables de las victorias o de las
catástrofes, del bienestar o del infortunio que aflige o
aprovecha a las naciones, las cuales aparecen como
entidades pasivas, irresponsables de los fenómenos que
las afectan. El presidente actual es hijo de su tiempo y
del medio que lo rodea, como Rosas lo fue del suyo; y
tal vez la historia Argentina tenga que agradecerle el
poco daño que hace en comparación del que podría hacer
con aplauso de su partido: la posteridad le estará
agradecida de que durante su gobierno se haya divertido
mucho y cuidado de su hacienda en vez de pasar a
ejercicios más trascendentales.
Aunque apenados por el suceso que nos mueve a escribir
este artículo, y después de condenarlo como una
lamentable y funesta abdicación cívica, nos complacemos
en reconocer buenas intenciones en algunos jóvenes
manifestantes, con quienes nos ligan vínculo de cariñosa
amistad. Ellos entienden que la adhesión preparada en un
lícito posibilismo que les permitirá tomar posiciones
para influir de una manera benéfica en el gobierno. Pero
ésta es una ilusión que verán luego desvanecerse, por la
influencia del medio ambiente dañino que los rodeará.
La supresión de la vida jurídica de un pueblo que
garanta a los habitantes la libertad y la justicia, no
permite ninguna expansión de aquellas que se imaginan
los jóvenes cuando penetran al poder por una puerta
falsa. Cuando se les precisa no se escatima las ofertas:
diputaciones, ministerios, directorios, etc., pero luego
no se cumple lo prometido, o se confiere los empleos en
condiciones tan humillantes que es preferible
abandonarlos por razones higiénicas.
La juventud juarista está en minoría aquí y en las
principales ciudades de la República, y creemos que no
se repetirán estas escenas que ofenden la energía
tradicional de nuestra raza. Para la mayoría que resiste
las tentaciones del poder y vive en modesto retiro, les
citaremos unas hermosas palabras del canciller
D´Agnesseau, hablando de Demóstenes: “ Censor severo de
la conducta de su pueblo, será más popular que los que
adulan las tendencias de la muchedumbre; se atreverá a
presentar a la vista de ésta la triste imagen de la
virtud inflexible y penosa, llegando hasta conseguir que
se prefiera lo justo y lo bueno, aunque difícil, y
frecuentemente de éxito desfavorable, al atractivo y a
las dulzuras de una indigna prosperidad”.
Felizmente el Dr. Nabuco ya se fue de nuestro país, para
que no llevara la triste impresión de esta enseñanza de
virtud republicana que ofrecen los jóvenes en homenaje
al Dr. Juárez, traicionando los bellos ideales de la
vida juvenil, cuando se adora la idea o el principio por
su bondad intrínseca, sin ningún cálculo ni ambición
egoísta prematura.
Ponemos punto final, formulando un voto que desearíamos
en el alma que se cumpliera. Que en el momento de los
brindis, la altivez nacional indignada, paralice la
lengua de esa juventud, volviendo cada uno a su hogar
mortificado por el remordimiento de la adhesión cesárea.
|
|