Al pueblo, a los Radicales:
La humillación a que han sido sometidos los argentinos
durante estos seis últimos años no reviste parangón en
nuestra historia. Largo sería reseñar los atropellos
perpetrados por la dictadura militar en cada uno de los
campos de la actividad nacional, baste sólo recordar que
la represión indiscriminada, la entrega de nuestro
patrimonio y la postración económica de las mayorías son
los rasgos característicos de los diversos gobiernos de
la autodenominada “Revolución Argentina”.
Pero no todo fue frustración. Presenciamos también la
firmeza de un pueblo que no estaba dispuesto a que le
arrancaran lo que con sacrificio había conquistado. Así
es cómo enfrentó en todos los ámbitos y por todos los
medios, a los avasalladores del poder. Permanentes
movilizaciones jalonaron este período de la resistencia
y muchos hombres y mujeres inscribieron sus nombres en
la nómina de los mártires de la causa popular.
Los radicales fuimos protagonistas activos de esta lucha
por la recuperación de la soberanía. Cada militante
radical que en la Universidad, en las fábricas, en las
asociaciones profesionales o desde el seno propio del
partido estuvo presente en estas jornadas, no solo
ontribuyó a hacer retroceder el régimen autocrático,
sino que, además, y esto es lo más importante, recogió
una rica experiencia que le posibilitó comprender que se
han modificado los términos de la dinámica política y
adquirió a su vez, un compromiso definitivo con la causa
de la liberación de nuestro pueblo.
Si alguien quisiera encontrar el origen de nuestro
movimiento, debe buscarlo precisamente
en la militancia de estos hombres y mujeres. No fuimos
los únicos que luchamos en el seno
del Radicalismo, pero podemos afirmar que sí fuimos los
que asimilamos la experiencia de
estos años, en los que el rigor del proceso nos hizo
asumir trascendentes responsabilidades.
Desde hace un tiempo ya, venimos impulsando en nuestro
Partido propuestas de acción
adecuadas a la acción que soportamos.
Coherentes, hoy afirmamos en el Radicalismo, su
condición de corriente histórica
singularizada por la síntesis afirmativa de una
convicción nacionalista, popular,
democrática y liberadora.
Nacionalista, en tanto respeta las autonomías de todos
los pueblos y exige la preservación
de la autodeterminación argentina y de su estilo propio
de vida.
Popular, en cuanto afirma la justicia social y consagra
al hombre como protagonista del
proceso histórico de transformación. Democrática, porque
cree en la soberanía del pueblo
como única fuente de poder político, y en el gobierno de
la mayorías sin opresión a las
minorías.
Liberadora, porque esta históricamente comprometida con
las aspiraciones de
independencia de nuestro pueblo, que desde sus orígenes
como Nación se ha visto agredida
y distorsionada en su crecimiento por la penetración del
imperialismo monopolico. Y
porque además, proyectamos esta vocación de liberación a
una sociedad que pretendemos
modificar en sus estructuras de atraso e injusticia, y
cuyo signo distintivo es el de la
explotación del hombre por el hombre. De allí que
libertad, justicia y liberación constituyen
nuestras expresiones fundamentales.
Esta síntesis en una doctrina y en una acción política
coherente a lo largo de ochenta años
es el aporte original del Radicalismo y su
característica diferenciadora. Esta doctrina es la
expresión natural de un país pluralista formado por
aportes inmigratorios de todos los
orígenes, cuyo alto índice de movilidad social es una
realidad y un valor aceptado. Es
asimismo un mandato histórico que asume, que define una
doctrina viva, no cristalizada por
dogmas, que se nutre de los aportes tecnológicos y
científicos modernos y que, tal como lo
afirmara el Plenario del Comité Nacional del 70, se abre
sin temores al proceso de
socialización que impulsa el nuevo humanismo en su lucha
por la dignidad del hombre y de
todos los hombres.
El Radicalismo deberá ser para las grandes mayorías
nacionales instrumento idóneo para la
transformación de la sociedad actual, procurando el
advenimiento rápido e incruento de la
nueva sociedad.
Una sociedad en la que conviven aspectos formales de
igualdad política con la desigualdad
económica y social no es democrática, y no constitituye
por lo tanto, el modelo de sociedad
que buscamos afianzar. La defensa del sufragio universal
no se agota en su prédica; es sólo
el punto de partida para realizar en el campo económico
y social, lo que el voto significó en
el ámbito político.
EL MOVIMIENTO NACIONAL DE RENOVACION Y CAMBIO procurará
dentro del
Radicalismo definiciones programáticas que impulsen la
instrumentación del cambio.
En 1972, el anhelo de cambio es una realidad vigente y
difundida a través de toda la
República, y la afirmación de nuestra voluntad de
realizarlo ha dado origen a este Movimiento en el seno del Radicalismo. Entendemos
-lo
entiende el pueblo-, que no se
trata de hacer ajustes y retoques en el “Sistema”, sino
de construir una sociedad diferente en
la que la satisfacción de las aspiraciones populares sea
un imperativo. Por eso la definición
de nuestro Movimiento en el momento actual no puede
reducirse a un conjunto de
programas sectoriales, sino que debe partir de un
enfoque global que explicite un modelo
de sociedad argentina deseable, que identifique el rol
que el Estado debe asumir para
lograrla y que formule claramente su propia estrategia
de acción política.
Estas afirmaciones son válidas en general, pero lo son
en mayor grado en un Partido
histórico como el Radicalismo que ha sido varias veces
Gobierno y ha instrumentado
políticas sectoriales explícitas y aceptablemente
coherentes a lo largo del tiempo. El país
conoce la dirección de nuestra marcha. Sólo debemos
decirle que queremos ir más lejos,
considerablemente más lejos y mucho más rápido,
aprovechando la experiencia recogida y
asimilándola.
Reinvidicando la esencia popular, nacional, democrática
y liberadora del Radicalismo, el
imperativo de la hora es radicalizarlo. Las mayorías
populares tienen conciencia muy clara
de sus aspiraciones en materia de bienestar, justicia
distributiva y participación social. El
sistema social actual no permite satisfacerlas porque la
capacidad de ahorro e inversión de
la sociedad está controlada por las minorías dominantes
y estas las afecta según sus
intereses que no son coincidentes, y en general,
resultan divergentes con los de los sectores
mayoritarios.
Mientras las mayorías no logren participar decisivamente
en las determinaciones que hacen
a la capacidad de ahorro e inversión generadas por la
actividad productiva de la sociedad,
no podrán satisfacer sus legítimas aspiraciones.
El único instrumento de que disponen las mayorías para
intervenir en esas decisiones es el
peso de su presencia política y la actividad del Estado
subordinada a sus determinaciones.
Como se trata precisamente de disputar a las minorías la
base y fundamentos de su actual
estructura de poder, esta lacra no puede ser asumida,
sino por un Estado decidido a
intervenir en todos aquellos sectores en que las
minorías pretendan distorsionar un
autentico proceso de transformación democrática.
Fortalecer el Estado deberá ser entonces
un componente central de la estrategia de las mayorías
en el gobierno. El Estado sólo será
fuerte si tiene poder y con reglas de juego
democráticas; ello sólo es posible si dispone del
protagonismo activo de las mayorías populares. No basta
el consenso electoral, apoyo
activo, importa además, capacidad de movilización y
organización.
Las mayorías populares sólo apoyarán activamente al
Estado y a las estructura políticas que
le dan sentido, si éstas se muestran eficaces para
satisfacer sus aspiraciones.
Por ello permanentemente hicimos de la exigencia de
elecciones libres, sin proscripciones
ni condicionamientos, nuestra bandera fundamental. Pero
nuestro concepto de la práctica
democrática no se agota allí. Queremos institucionalizar
al país a través del voto, ejercido
en todas partes: queremos votar en las elecciones
nacionales, provinciales y municipales;
pero también queremos votar libremente en los sindicatos
y en la Universidad, en las
Cooperativas y en las Sociedades de Fomento; y queremos
votar también en las fábricas, en
las Empresas y en los Bancos. Y queremos sobre todo
votar, no sólo a los hombres que nos
representen, sino a las políticas que éstos deberán
ejercitar, porque así entendemos a la
democracia y así practicaremos la cogestión.
Sólo a través de esta alternativa es cómo se podrá
lograr hoy el avance social en Argentina.
Creemos que así como se logró arrancar al régimen esta
posibilidad a través de la
movilización popular, ella debe seguir estando presente
para garantizar el proceso.
Un análisis coyuntural nos muestra, tal como
reiteradamente lo afirmáramos que el campo
de los proyectos políticos en Argentina, puede ser
reducido a cuatro propuestas
fundamentales:
La del CONTINUISMO, es decir, la del mantenimiento del
“statu quo”. En ella juegan
diversas orientaciones, unas groseramente libre
empresistas y regresivas, y otras adornadas
con tintes populistas.
La del DESARROLLISMO, que encarna la idea de realizar
algunas transformaciones para
que nada cambie y que, a través de la entrega de algunas
industrias y sectores básicos, a los
grandes monopolios internacionales pretende aumentar la
renta nacional a costa de
consolidar e incrementar la dependencia, enajenando la
Soberanía Nacional.
Otra propuesta es la patrocinada por los sectores de la
ultraizquierda, que tras el
planteamiento idealista de una sociedad más justa,
desarrollan una praxis política
incompatible con la realidad nacional y contradictoria
con nuestra experiencia histórica.
Por último, la propuesta que con mayor claridad aparece
como capaz de resolver las causas
originales de nuestros males, es sin lugar a dudas, el
proyecto de la LIBERACIÓN
NACIONAL. Proyecto que nos comprometemos a sostener como
medio para solucionar los
problemas del hombre argentino.
La crisis de nuestra economía no es de coyuntura. Es la
crisis de un sistema que ha sido
estructurado sobre la base de la dependencia y es
usufructuado por la oligarquía que,
durante años, desde el poder político, fue acomodando
los resortes fundamentales al
servicio de sus propios intereses. Las riquezas del
país, la propiedad, el crédito, la
producción, el consumo y el intercambio deben estar al
servicio del pueblo y no de grupos
o minorías. De allí nuestro compromiso con este programa
de Liberación Nacional que sólo
puede ser concebido en su cumplimiento integral,
afirmando el sentido federativo como
salvaguarda a la vez, de la economía nacional y de las
economías provinciales, porque el
federalismo político debe ser inseparable del
federalismo económico.
La banca estará al servicio del país. El proceso debe
comenzar con la nacionalización
inmediata por el Estado de los bancos extranjeros,
porque el área del negocio financiero
que maneja el ahorro nacional debe pertenecer
exclusivamente a los argentinos.
La defensa de nuestra economía exige la nacionalización
del comercio exterior de los
productos primarios, iniciándose ya, y ahora, el proceso
con las exportaciones de carnes y
de granos, concentrándolas en las Juntas respectivas,
que darán intervención a las
Cooperativas de Productores y a las empresas nacionales
que sean auténticos vendedores y
no meros representantes subordinados de los grandes
monopolios internacionales
compradores de aquellos productos. Queremos arraigar el
concepto de que las divisas
provenientes de toda exportación son del país, y su
manejo no puede ni debe estar librado a
los intereses de ningún sector en particular; de que
controlar los movimientos de fondos con
el exterior significa una afirmación de soberanía, a la
vez que conviene fundamentalmente
al desarrollo de la economía nacional.
Es imprescindible una Reforma Agraria, encarada con
criterio político, económico y social,
que erradique el latifundio y ponga nuestra tierra en
propiedad de quienes la trabajan, para
su explotación en unidades económicas, pues ello aporta
la única solución efectiva para un
positivo incremento de la producción en beneficio de
todos. Y quede entendido que la
Reforma Agraria no se agota en el proceso de división de
la tierra, el que deberá
complementarse con la creación de las adecuadas
estructuras para un mejor
aprovechamiento agrario.
Afirmamos el control total por el estado de los sectores
claves de nuestra economía:
transportes, comunicaciones, energía, hidrocarburos,
siderurgia, aluminio y metalurgia no
ferrosa, petroquímica y celulosa; como así también la
directa regulación selectiva del
crédito, el apoyo a la industria nacional, la cogestión
de los trabajadores en las Empresas.
Estas bases constituyen la única posibilidad real de
asegurar el desarrollo, la plena
ocupación y una justa e impostergable necesaria
redistribución de la riqueza que haga que
el tan mentado producto bruto “per capita” no sea el
resultado de una mera operación
aritmética, influenciado por los pocos que todo lo
tienen, sino la verdadera expresión de la
realidad económica de cada individuo. En materia de
seguridad social debemos pugnar por
establecer un sistema de seguro integral que cubra todas
las contingencias que pueda sufrir
un hombre o su familia, es decir, que desde el desempleo
hasta la vejez los riesgos que
individual o colectivamente soporten los argentinos
deberán ser cubiertos por el Estado.
El sistema educacional argentino es como nuestra
sociedad, formalmente democrático e
igualitario pero sustantivamente inequitativo e injusto,
no sirve al país, sino a las minorías
dominantes.
El creciente desarrollo científico y tecnológico trae
como consecuencia que el sujeto de la
educación ya no es exclusivamente el niño, el joven o el
analfabeto, sino que se amplía a
los sectores ya instruidos, para una actualización
permanente de conocimientos capaz de
responder con eficacia a los problemas nacionales de
cada instante.
Se necesita una profunda Reforma estructural, afirmación
de la Reforma Universitaria
permanente, que apoyándose en el revolucionario acceso
de los sectores populares a una
enseñanza pública, gratuita y laica, conducida por el
Estado -que deberá controlar también
positivamente los medios de comunicación colectiva-,
asuma características de autentico
sentido nacional para dar un sistema educativo y
cultural que este al servicio del país, capaz
ce crear una ciencia y una tecnología argentina,
liberándola de toda dependencia.
Debe equiparse efectivamente el sistema dándole bases
financieras para su afianzamiento y
desarrollo permanente, a efectos de que responda a todos
los reclamos educativos que le
haga el país.
Afirmamos que sin la formación de una cultura que
participe activamente en la vida
nacional, no habrá Argentina moderna.
En materia de política internacional, orgullosos de la
tradición radical, propugnamos el
pleno respeto por la autodeterminación de los pueblos,
el establecimiento inmediato de
relaciones diplomáticas, culturales, y económicas con
todos los países que luchan como
nosotros por su Liberación Nacional.
Nuestra lucha de hoy reclaman, finalmente, la derogación
de la legislación represiva, la
disolución inmediata del fuero antisubversivo, la
revisión de sus condenas y procesos en
trámite, y el severo castigo de los responsables de
torturas, abusos de autoridad y de
cualquier lesión de la dignidad humana.
Estas son las propuestas fundamentales para el cambio de
estructuras de Argentina;
constituyen nuestro aporte al proceso de esclarecimiento
de la realidad nacional y nuestro
modelo de salida. Se verán enriquecidas a lo largo del
proceso mediante la contribución de
todos los hombres que con actitud sincera se encuentren
dispuestos a dar de sí lo mejor para
construir una sociedad más justa y más igualitaria.
Están aquí firmemente tendidas las
líneas fundamentales que configuran nuestra concepción
de la política nacional. No somos
una circunstancia en el Radicalismo, por ello somos los
más celosos custodios de su
unidad. No nacemos para una elección interna. Venimos a
remozar nuestro Partido y a
convertirlo en vanguardia del proceso de liberación de
nuestro pueblo. Somos la fuerza
vital del Radicalismo de todos los tiempos, del que
renació en cada momento difícil de
Argentina, del que enfrentó al fraude y al régimen, el
que luchó contra las dictaduras
militares y toda forma de opresión, y del que estuvo en
la Córdoba del 69 y en cada
movilización popular de los últimos tiempos.
A nuestro lado llamamos a los viejos y jóvenes
militantes de esta causa que preservan la
vocación mayoritaria y revolucionaria de nuestro
Partido. A los estudiantes de la Reforma,
que con su lucha sostienen el aún hoy vigente programa
del 18, a los hombres del campo y
a los trabajadores que día a día en la fábricas
construyen con su esfuerzo el futuro de la
República. Es decir, llamamos al pueblo, a sus hombres y
mujeres a reencontrarse con este
Partido y para servir desde el a la construcción de la
nueva sociedad.
Movimiento Renovador Nacional -
Rosario, 24 de septiembre de 1972
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